miércoles, 25 de enero de 2012

Sobre la Censura de Internet

Hace unos pocos días se cerró Megaupload, uno de los mayores portales de descargas de Internet. Bien conocida es la noticia de todos, ¿Queréis saber mi opinión personal? Pues allá va.

En primer lugar y al igual que todo el mundo, he usado los servicios de páginas como Megaupload alguna vez, ¿Quién no se ha descargado alguna película, o un libro o un archivo que necesitamos? Seamos sinceros, todos lo hacemos, pero la verdadera pregunta es: ¿Es eso normal?

Poneros en la piel de un artista, es cierto que ellos se llevan la mínima parte del dinero y que la gran mayoría se lo lleva su patrocinador, ¿Pero que ocurre si ese patrocinador no gana nada de dinero?, pues que el artista no se lleva nada. Tened presente, que al igual que nuestros padres tienen un trabajo para mantenernos o trabajamos para comer y subsistir, los artistas hacen lo mismo. Hacen lo que hacen porque les da de comer y si no ganan dinero, no pueden sobrevivir.

Sé que vais a decir, <<Eso no es así, los artistas tienen mucho dinero>> y en cierto modo, es cierto, pero no del todo ¿Qué ocurre con los pequeños artistas? Dejemos de lugar a grandes figuras como Lady Gaga, Marylin Manson, AC/DC, Cristiano Ronaldo, Stephen King o Pedro Almodovar porque, al igual que nosotros tenemos a gente por encima de nosotros en el trabajo, en estos casos pasa por lo mismo.

Imaginad que sacáis un disco después de llevar años trabajando en ello y que por fin conseguís que os patrocinen y que la gente que te patrocina abre tu puerta un día y te da la mala noticia <<Lo siento, pero no hemos ganado nada>> y el motivo de no haber ganado nada es porque tu disco se ha convertido en un éxito y la gente en lugar de comprarlo se lo ha descargado gratis de Internet.

Sé que muchos pensáis que nos quitan la libertad, pero seamos sinceros, por el momento sólo estamos cabreados porque parece que se nos ha acabado el choyo de descargar material gratis por el que normalmente tendríamos que pagar y entiendo vuestra posición, ya que muchas veces este material protegido por derechos de autor y copyright es exageradamente caro: Discos de música a más de 20€, libros a 30€, Sistemas Operativos y aplicaciones a más de 100€... La cosa es, ¿Cómo no descargar así?

Y la respuesta es que no hay una frontera media, no existe esa línea ética que separa el precio de descargar, porque si un disco vale 20€ pues contra, no voy a ser idiota de gastarme toda esa pasta cuando lo tengo gratis en Internet, ¿No?, ¿He acertado con el pensamiento de la población media?

Seamos sinceros una vez más, lo que teníamos nosotros estaba fuera de control y aún sigue estando y no os equivoquéis, estoy en contra de leyes como SOPA o ProtectIP, porque las malogradas leyes de Estados Unidos consideran piratería hasta decir en broma que vamos a poner una bomba en su país (Fuera de bromas), es decir, tampoco es nada lícito controlar el tráfico de la red, que es lo que me da a mí que quiere hacer Estados Unidos.

Pero tampoco esta nada bien entrar en Internet y descargarnos lo que queramos, cuando queramos y como queramos, eso tampoco esta bien. Y como he dicho antes, sí, he descargado cosas de gestores de descargas igual que todo el mundo y por supuesto apuesto por la libertad de Internet, pero sed conscientes de lo que vosotros queréis no es posible. Yo principalmente quiero un mundo de libertad, es cierto que compartir cosas siempre es posible, pero una cosa es compartir y otras es dejar que se lo descarguen millones de personas en el mundo, no sé si me explico.

Compartir es lo que hace la comunidad de software libre de los sistemas basados en Unix y Kernell Linux y su software gratuito hecho con ánimo de lucro, eso es compartir algo con la gente, porque el que quiera su software privado va a pagar por su programa privado, pero ¿Hay soluciones gratis? Pues ya ves que hay toda una comunidad de programadores que lo hace y se llama licencia GPL (General Public License). Pues eso, compartir es que le grabe un disco de música a un amigo, o que me baje un PDF(pagado) para un E-Book y se lo pasé a mis amigos. Guardar archivos en un servidor centralizado al que accede todo el mundo es compartir, pero también robar en cierto modo.

Ahora, las empresas privadas también tienen la culpa de ello, no sólo por los precios abusivos, sino también porque no apuestan por Internet. Mientras Internet está creciendo a pasos agigantados siendo cada día una herramienta más indispensable, los grandes patrocinadores se niegan a hacer videoclubs de streaming o Spotifys por pago. ¿Esto está bien así? Claro que no, así que se llevan el batacazo, porque realmente ahí muy pocas aplicaciones o páginas que nos permitan disfrutar de este contenido y es absurdo en lso tiempos que corren, hacer que todo sea de plástico cuando el mundo se está digitalizando. No puedes pretender enfadarte tampoco porque la gente se descargue cosas cuando tú tampoco estás dispuesto a evolucionar. Es como si me invento un coche de madera que va a 2KM/h y la gente se compra los vehículos con motor que van a 200 y me pongo a romper vehículos con motor para que la gente compre mis coches, la gente me dirá <<¿Y por qué no le pones motores a tus coches?>> Pues porque es más fácil cargarse a la competencia que inventarme un motor para mi coche y ese es el continuo tira y afloja de las grandes empresas patrocinadoras. Enfadadas porque ha nacido una entidad que ofrece lo mismo y ellas no ganan dinero porque nos venden algo anticuado que la gente no quiere pero en lugar de evolucionar para adaptarse a la oferta actual destruyen a la competencia para obligar a la gente que se compre sus obsoletos productos. Eso es ahora Internet.

No hay ni bien ni mal. Lo que hacen las empresas no está bien, pero lo que hace el usuario tampoco está bien. Ahí que encontrar un límite para esto sin que la libertad casi total de Internet quede destruida y no tengamos que recurrir a mierda como SOPA, porque por mucho que hagan la gente seguirá compartiendo cosas y ahora a compartir lo llaman robar, así que mucho ojo. No está bien descargarse algo como si nada pero tampoco está bien que nos quiten la libertad por un error que, al fin y al cabo, no ha sido el nuestro. Sólo hemos aprovechado el fallo que han tenido esas estúpidas grandes empresas que no han sabido adaptarse a los tiempos venideros.

domingo, 8 de enero de 2012

No Soy un Asesino Capítulo 3: La Inquilina


Capítulo 3 La Inquilina
El cielo brillaba con un próspero resplandor anaranjado que no veía en años. Hoy era un gran día, por alguna razón hoy me sentía mejor que nunca. Estos días tan bellos suelen ser raros en esta región, y en todo el mundo en general. La ciudad se rebuatizó con el nombre de Bathalia, una adaptación del castellano que se hablaba hace ya muchos años de la palabra “Batalla”. Fue nombrado así porque Ankara, que es como se llamaba antes esta ciudad, fue uno de los centros neurálgicos de la Tercerra Guerra Mundial. Ankara era la capital de Turquía, ahora Bathalia es la capital de Sacramento, es así como llamamos ahora a este país, algo que no es una novedad. Turquía sólo siguió los pasos de otros muchos países que se cambiaron el nombre, bien por efectos de la guerra o bien como método de olvido de los efectos causados por los grandes desastres del 2012.
Actualmente, yo trabajo para una iglesia, una de las muchas que hay en los tiempos de ahora. También los efectos de la guerra y los desastres que asolaron al mundo afectaron mucho a las creencias de la gente. Hay quiénes renegaron de su dios, otros afirman que esos desastres fueron la causa de un aviso por parte de su deidad para indicar que el final del mundo y de la raza humana estaba cerca. A veces me inclino a pensar que estos últimos tienen razón. La situación del mundo es crítica y se respira tal caos por el mundo que, sin duda alguna, un habitante de antes del 2012 pensaría que efectivamente este es el fin del mundo. La iglesia para la que yo trabajo es tradicional, es decir, creen en los valores de la Biblia y propagan la palabra de Dios tal y como lo hacía antaño la ahora disuelta, iglesia católica.
Yo no soy una persona muy creyente. Si trabajo para la iglesia es sólo porque me pagan por ello, cosa que ya es bastante en un mundo donde reina la pobreza. Al menos tengo para vivir y tampoco tengo nadie con quien compartirlo.
Mi nombre es Midori Pallmer y vivo la vida como puedo. Me críe en un orfanato y, si no fuese por mi trabajo en la iglesia, no tendría donde ir. No tengo padres ni ningún tipo de familia. Lo único que tengo es una habitación en el sótano de la iglesia.
Pero no me quejo, por lo menos vivo, ayudo a la gente con sus problemas… No soy creyente, pero a veces me gustaría creer. No obstante, en los tiempos que corren, incluso con la ayuda que les ofrecemos, la gente no está por la labor de creer. Si supieran que ya no hay grandes instituciones que nos financien como lo hacía antes la iglesia católica... Muchas de las personas que están aquí hacen trabajo adicional para poder mantener la iglesia, tejen ropa, hacen bollos, cuidan de ganado y tienen su propio invernadero para cultivar. Trabajan día y noche y, además, ayudan a otras personas sin esperar nada a cambio.
Cada vez veo cosas más horribles en el mundo pero, cuando les miro a ellos, me dan fuerzas para seguir. Ellos son la cura de la enfermedad de este mundo, donde lo natural es morirse de hambre o pobreza.
Tampoco se vive tan mal en el sótano de la iglesia, es un poco pequeño, pero se vive bien. Tengo ordenador propio, conexión a internet, un auténtico símbolo de riqueza donde los haya. Es muy difícil hasta tener una simple conexión a internet, ya que los medios están muy controlados por la regia mano del gobierno y más estando en guerra fría. Las comunicaciones están hoy en día muy controladas, no puedes ni respirar sin que alguien de arriba lo sepa. Es hasta cierto punto lógico que exista este bloqueo de comunicación con la tensión que se respira en todo el mundo ante la pasada guerra que aún hoy en día continua de forma silenciosa, pero no por ello menos brutal y espantosa. La gente sigue muriendo igual, sólo que se esconde la repercusión que tienen estas muertes. Cuando la guerra pasa de ser más que una simple cuestión de sangre y balas y se convierte en una partida de ajedrez metódica y calculada al milímetro en cada movimiento y la sangre de los caídos se drena. Creo que esta es la definición de guerra fría.
Este es el desolado mundo en el que vivo. Algunos lo llaman infierno, otros lo llaman caos y, finalmente, hay quién lo llama “Tierra”. Un lugar donde la gente vive como puede, aunque por lo que sé de la historia de este planeta… Siempre ha sido así y siempre será así. Las personas nunca cambian, parece que es sólo el mundo el que cambia, las ciudades, el entorno, pero nunca las personas. Siempre habrá gente bondadosa que ayude a los demás como la gente de esta iglesia, y gente que sólo buscará el beneficio propio… Pero parece que los últimos son los que más proliferan y, cuando peor está la situación, más canallas hay.
Realizo mi tarea de todos los días, limpio la capilla, friego el suelo, recojo las hojas secas de los árboles en las raras ocasiones que las hay, ayudo a tejer prendas, horneo bollos y pan para el desayuno… En fin, todo lo imaginable, tengo que madrugar mucho y en ocasiones me quedo hasta la noche. Es una vida bastante dura, pero también muy apacible y si sabes llevarla, es incluso agradable, un tanto monótona, pero agradable.
Cuando termino mi jornada de trabajo siempre suelo quedarme un ratito más contemplando el fuego de la chimenea viendo el crepitar del fuego al hacer contacto con la madera, es una escena que siempre me relaja. Después me tomó un vaso de leche, un bien escaso en los tiempos que corren, pero necesario. Después bajo un rato a mi cuarto y leo un poco hasta que finalmente me entra el sueño, apago la luz y me dejo llevar por el sueño.
Pero aquella noche algo interrumpió mi plácido sueño, un fuerte estruendo metálico, como un arma de filo chocando contra una pared. Me levanté rápidamente, a lo mejor era sólo un sueño. Eso era lo que quería creer. Subí precipitadamente las escaleras procurando hacer el menor ruido posible. Miré con cautela por el borde de las escaleras que daban a la capilla. Aunque no podía verlo, alguien estaba tirando jarrones y demás abalorios contra el suelo. El sonido característico de la porcelana cayendo al suelo así lo delataba.
El terror se apoderó de mi cuerpo, traté de asomarme un poco más, mirando continuamente detrás de mí con la paranoia de hacer ruido, aunque en realidad, no sabía muy bien que era lo que hacía, perdí el control y me choqué con uno de los bancos de la capilla. Tuve suerte, el sonido de los trastos que aquellos brutos estaban tirando al suelo tapó el sonido que provocó mi choque y no me habían visto, aunque eso no disminuyó para nada el terror que sentía en aquel instante. No podía evitar esa presión mortal, el corazón a punto de estallar y el sudor recorriendo mi frente. La indescriptible sensación que se tiene cuando intuyes que tú final está próximo y que no puedes hacer nada por evitarlo.
Los hombres siguieron saqueando las arcas de la iglesia y tratando violentamente todo objeto que tocaban con sus sucias manos. Valiosos griales desparramados por el suelo y cara porcelana rota sobre el suelo como si no tuviese ningún valor. ¿Por qué me fijaba más en esas cosas que en buscar una salida? Tal vez porque sabía que no la había.
En la entrada principal permanecía un hombre fornido contemplando con una maliciosa sonrisa en su rostro como el resto de sus compañeros saqueaban y se burlaban de la iglesia tirando todos sus obsequios de valor como si fuesen vulgares baratijas.
Mientras observaba la escena sentí una fuerza inmensa por la espalda. Traté de moverme, pero era inútil, la fuerza con la que me apretaban era muy superior a la mía.
-¡He encontrado el premio gordo, jefe! –Dijo entre risas el hombre que me sujetaba. -¡Se retuerce mucho está zorrilla!
Su presión se aflojaba poco a poco, casi empecé a sentir que podría liberarme. Yo sólo pensaba en salir de allí, forcejeaba sin ningún sentido pero el sentir que los brazos del hombre que me agarraban estaban más débiles sentí de nuevo la esperanza en mí. Hasta que un segundo hombre se acercó y golpeó mi cabeza. Todo se volvió negro.
Desperté en un coche con verjas delante, ni siquiera era capaz de ver al conductor. Traté de abrir las puertas que, obviamente, estaban cerradas. Me sentí estúpida de tan sólo intentarlo que una rabia impotente me embargó. Me había dejado capturar, y no había hecho nada para evitarlo. Comencé a golpear furiosa toda la parte de atrás del coche, en un vano intento de salir de mi cautiverio. Pero todo era inútil, rompí a llorar al darme cuenta de mi desesperada situación, siguiendo dando inútiles y desesperados golpes en busca de algo que sabía que no iba a encontrar. Me había dejado atrapar, esa era la realidad. Había sido débil, juré que nunca volvería a dejar que nadie me atrapase, a no cometer los errores del pasado. Pero al final, me deje llevar por la estúpida convicción de que nunca más me pasaría nada malo, muy estúpida esa convicción aún más en los tiempos que corren. Todos estos pensamientos me golpeaban incluso más duro de lo que yo golpeaba al coche, sólo me hacían sentirme aún más impotente ante mi situación. Nunca me tendría que haber confiado, nunca tendría que haber creído que podía ser feliz en este mundo sólo dejándome llevar. Olvide la convicción de mi pasado. Reviví aquel aciago día cuando mataron a mis padres para comérselos vivos, mi hermano pequeño y yo huyendo por el túnel que nos prepararon nuestros padres, como algunos de esos hombres nos vieron salir del túnel y mi hermano y yo corrimos desesperados con serias dificultades sobre la nieve, como mi hermano se tropezó con una piedra que no vio oculta por la capa de nieve y se torció el tobillo dejando de correr y, como gritó mi nombre mientras yo corrí dejándole de lado y los hombres taparon su pequeño cuerpo hasta que su grito se mitigó al llegar al bosque.
“¡Midori!”, “¡Midori!”… Ese eco siempre se propagaba como un veneno todas las noches, no podía dejar de escucharlo. En los días que vagaba por las calles sin alimento alguno, en los días que me llevaron al orfanato y soportaba duros castigos día tras otro… No importaba lo duro que fuese el castigo. No había castigo peor que aquella voz endeble que atravesaba mi mente y mi corazón todas las noches gritando mi nombre. Por eso decidí hacerme fuerte y no dejar que algo así volviese a ocurrir, le prometí a aquella voz que sólo la oiría a ella y no habría más voces en mi mente que la suya, para recordar el dolor que pasé y, que nadie más volvería a pasar por un dolor semejante.
Hasta que los monjes y monjas de la iglesia me adoptaron y me hicieron sentir que mi vida tenía sentido. A medida que más trabajaba para ellos, a medida que me transmitían sus enseñanzas y veía como trataban a la gente, fui olvidando mi propósito. La voz de mi mente se fue apagando poco a poco con el transcurso del tiempo hasta que, finalmente, se apagó del todo y con ello, mi deseo de volverme fuerte. Pensé que bastaría con ser una persona sencilla. Pero nada es suficiente cuando cada esquina es un hervidero de muerte, donde no puedes dar ni un solo paso sin volverte atrás… No. Jamás tenía que haberme confiado.
-¡Estate quieta ya, estúpida zorra! –Gritó alterado el conductor. –¡Me estás poniendo de los nervios!
-¿Dónde estamos? –Pregunté desesperada.
-¡Cállate! –Respondió el hombre violentamente. –¡Si no te calmas ahora iré yo a calmarte!, y créeme, ¡No te gustará!
Pensé en seguir insistiendo, ¿Pero de que serviría?, sólo conseguiría que me matasen antes de tiempo, en realidad me daba igual. Simplemente había comprendido que por más que gritase, no iba a ser capaz de hacer nada, como siempre.
-Por cierto. –Dijo el conductor en un repentino tono amable. –Puedes mirar por la ventana de atrás si quieres, si no me equivoco, encontrarás un agradable paisaje.
No sé porque, pero hice caso a su sugerencia. Me encontré con un edificio en llamas a lo lejos, ya casi desapareciendo del horizonte. Entonces reconocí el lugar, no debíamos de estar lejos aún de la iglesia.
-¡Bastardos! –Grité con toda mi furia mientras las lágrimas recorrían mi rostro cuando comprendí que el edificio en llamas era la iglesia y el hombre reía como si le hubiesen contado el mejor chiste del mundo.
-Bonitas vistas, ¿Verdad? –Se burló siguiendo con su carcajada triunfal.
Seguimos un trayecto que parecía no tener fin, incluso llegó la noche sin que hubiésemos parado. La sed y el hambre empezaron sus apuestas para ver cuál de los dos iba a darme más problemas. Sed ganó llevaba por mucho la cabeza a hambre, pero hambre decidió no darse por vencida. Al final ganó sed, pero hambre quedó en un más que respetable segundo puesto seguido de un rival inesperado: necesidades biológicas.
Por fortuna, parece que la carrera entre estos tres por fin acabaría. Llegamos a nuestro destino. El conductor abrió la puerta. Llevaba una máscara, así que no le pude ver el rostro.
Nos encontrábamos en un campamento dentro del bosque, rodeados por una cálida fogata y la luz de las estrellas que se colaba por el claro en el que se establecía el campamento. Había otros tres hombres además del conductor que me llevó allí, todos enmascarados y armados con rifles y al menos una pistola enfundada en el cinturón con un cuchillo militar en el lado opuesto. También estaban equipados con armadura de kevlar. Daba la sensación de que estaban más preparados para una guerra que para un campamento. A lo lejos en el horizonte, asomaba un edificio que sobrepasaba por mucho a las copas de los árboles. Por como miraba el conductor en dirección a aquel edificio, sospecho que es allí donde nos dirigimos. La construcción parecía ser una especie de refinería petrolífera, pero aún se asomaba muy tímidamente entre los árboles y a duras penas podía verse.
El día ya estaba oscureciendo, así que aquellos hombres prepararon un campamento para pasar la noche en el bosque. A mí me dejaron sola atada a un árbol. Bueno, no exactamente. Dejaron a un simpático señor con cara de no tener ganas de estar fuera pasando frío como lo pasaba estaba pasando yo, por su boca salían bocanadas de vaho y le tiritaba todo el cuerpo. Su mirada desafiante se cruzaba constantemente con la mía.
-¿Qué demonios miras? –Gritó temblando, no sé si por efecto del frío o por puro nerviosismo. –Si no dejas de mirarme, te rajo. –Sentenció con algo más de decisión sacando una navaja así que, traté de dejar de mirarle todo lo posible.
Cada vez hacía más frío y las horas pasaban lentas como el reptar de una lombriz en un aciago día de verano. Sentía tanto frío, que hasta mis ideas se congelaban a medida que se congelaba mi cuerpo vestido por el único abrigo que me brindaba un harapo consecuencia del violento enfrentamiento entre los secuestradores y yo. Lo que antes era un hermoso vestido azul claro, ahora no era más que un trozo de tela raído y tan sucio que había sustituido su azul claro por un marrón blanquezino apagado. En fin, supongo que mi mente se quedó en blanco, sólo podía pensar en lo cálida que sería aquella noche en la ciudad. Un pensamiento estúpido teniendo en cuenta todo lo que había pasado, deseé borrarlo de mi mente, pero no podía. Tan sólo tenía la imagen de la ciudad y las estrellas brillando en el cielo y yo observándolas, como siempre hacía, en el campanario de la iglesia mientras todos los demás dormían, de pronto me di cuenta de que nunca más podría mirar las estrellas y ver el mismo cielo que veía antes.
Mientras estas vacías ideas se refugiaban en mi mente como una plaga en expansión, algunos hombres salieron riendo de sus tiendas, con una risa y copas de alcohol en su mano. De pronto, mis inútiles e ilusas ideas abandonaron mi mente, dando paso al terror más profundo, pude leer algo en aquellas miradas, algo que sabía que no me iba a gustar.
Un par de ellos se acercaron y uno hasta se atrevió a rozarme con su sucia mano la piel de la cara.
-¡Tenías razón, Mike!, ¡Está zorra está muy buena! –Exclamó emocionado.
Le mordí un dedo de su mano y mientras se retorcía de dolor, grité:
-¡Socorro!, ¡Socorro!
Un segundo hombre me agarró y me tapó la boca con su mano mientras me revolvía desesperadamente tratando de liberarme de mis ataduras.
-No te esfuerces, niña. –Dijo el hombre con una risa siniestra mientras me rasgaba el lateral izquierdo de mi cara. El hombre se acercó y lamió la sangre que corría por mi mejilla. –Nadie te oye, no puedes huir y estás sola, no tienes a nadie. ¡Así que grita para mí si quieres, puta! –Concluyó en una macabra risotada que los demás siguieron a coro
El mismo hombre de la navaja rasgó mi vestido y comenzó a tocar mi cuerpo de forma vasta, sintiendo como su calidez me ponía el vello como escarpías. Movía la cabeza hacia un lado, hacia otro, provocando graves rozaduras en mis muñecas en un intento desesperado por liberarme, desesperado e inútil. Sólo me limité a sollozar mientras otros dos hombres se unieron tocar mi cuerpo como si se tratase de cualquier baratija, explorando sus recovecos, indagando en sus profundidades… Sencillamente era indescriptible, su forma de tocarme no era para nada lasciva. El hombre que me amenazó con la navaja introdujo su mano en mi vagina de la forma más ruda que pudo, me hizo mucho daño, pero aún más daño me hizo lo siguiente que me introdujo. No era la primera vez que me introducían uno de esos, salvo que las anteriores fueron de forma consentida y por mero placer. Aquella era la más enorme que había visto, además de gorda, así que desgarró mi vagina al meterla de forma precipitada. Mientras sus compañeros mantenían entretenidas sus lenguas en mis pezones y agarrando mis firmes senos, empezaron a morder tanto mis senos como mis pezones, provocándome aún más daño.
Lo único que puede hacer mientras se cambiaban el turno el uno al otro para meter su asquerosa polla dentro de mí, era aguantar estoicamente el dolor, no darles la satisfacción de verme sufrir, estar totalmente impasible. Sólo algunas pequeñas lágrimas se derramaron bañando mis mejillas, pero retuve la gran mayoría de ellas con el mismo objetivo de no darles a esos cerdos lo que realmente querían de mí. Verme sufrir.
Para terminar, tuvieron la brillante idea de sujetar mi mandíbula para que no pudiese cerrar la boca y así obligarme a tragar sus fluidos, uno detrás de otro, para todavía más humillación mía, alguno incluso se atrevió a descargar su orina.
Tal vez todo esto era cruel, pero era nimio en comparación con el sufrimiento que me he visto obligada a ver algunas veces, con el sufrimiento que pasé cuando era pequeña. Y sí, no podía evitar sentirme desgraciada, humillada… Pero aún tengo que consolarme pensando que podría haber sido todavía peor, de hecho, casi entra en la escala de lo menos cruel que he visto de lo que me ha tocado vivir. Así es el mundo donde vivimos, cosas como estas son tan frecuentes que ya ni siquiera resulta raro, es el pan nuestro de cada día.
Al amanecer del siguiente día, un muchacho salió de su tienda de campaña con una sábana tejida a modo de blusa. Me la tiro encima.
-Póntela. –Dijo, aunque no en tono amenazador como los demás hombres, si no como un favor.
-No puedo. Estoy atada. –Respondí con sencillez, pude comprobar que el joven muchacho se impresionó bastante al escuchar mi tono sosegado de voz, ¿De qué me servía estar nerviosa?
Simplemente había aceptado mi situación, de nada serviría perder la calma o gritar. Aunque fuese con la intención de atemorizarme, el hombre de la navaja tenía razón: Estaba sola, sin nadie, sin ayuda… Cuando antes lo aceptase, menos duro sería el final ¿Qué importaba si cogía un harapo tejido por un muchacho que seguramente se sentía mal por los actos de sus compañeros a los que no se vio capacitado de parar?, si hubiese intentado algo estaría atado junto a mí o peor: Muerto.
Finalmente, el chico se decidió a liberarme de mis ataduras sin dejar de apuntarme con su pistola. Supongo que para alguien experto habría sido fácil apoderarse del arma del chico y escapar, pero en el fondo estaba tan asustada como él aunque no lo expresase, y no me quedaban fuerzas para hacerme la heroína así que, le deje hacer. Incluso se dio confianza a sí mismo ayudándome a ponerme aquella túnica, o blusa o lo que dios quisiera que fuese. Hecho esto, el joven, que debía tener una edad aproximada a la mía, entre veintiuno y veintitrés años, sonrío y se marchó directo a la tienda de campaña sin mediar más palabra. Pareció sentirse algo más a gusto consigo mismo.
Poco después de aquello, los demás hombres salieron de sus respectivas tiendas de campaña. Pensé que me dirían algo por el improvisado vestido que me dio el chico, pero nadie dijo nada. Simplemente se limitaron a desatarme del árbol y a ponerme en pie con un tirón a la cuerda, como si de un vulgar perro se tratase, por supuesto, cedí sin hacer mucho esfuerzo.
Mis sospechas hacia el destino final se vieron confirmadas. El camino parecía interminable, pasando por innumerables arboledas y terreno embarrado pero, finalmente acabamos en aquella gigantesca refinería petrolífera.
La estructura estaba protegida por un muro altísimo que parecía infranqueable, torres de vigilancia en las esquinas y zonas que potencialmente podían ser débiles del muro. Y cuando nos abrieron el portón, me encontré con un patio de desproporcionado tamaño infectado por guardias con perros que olisqueaban el suelo sin descanso alguno y haciendo rechinar sus dientes en clara señal hostil.
El ambiente estaba cargado, con un débil olor a azufre y un calor insoportable, casi como una descripción gráfica del infierno. Al menos yo tenía claro que los demonios ya estaban allí y supongo que aquellos faros enormes en las torres de vigilancia era una forma de simular las llamas.
Entramos en la torre principal por la puerta grande, un gran portón de hierro que logró impresionarme y conseguir que abriese la boca de asombro a pesar de mi situación. Dentro subimos una cantidad de peldaños que parecía interminable, además en forma de caracol para hacerlo aún más angustioso, por no decir que el lugar era de lo más siniestro. Iluminación tenue y paredes rocosas, frías y sombrías que daban lugar a un inconfundible ambiente tétrico que hacía palpitar mi corazón hasta el punto máximo del índice cardíaco. Ni siquiera era capaz de recordar donde había aprendido palabras como “Índice Cardíaco”. Creo que la única emoción que me quedaba era adivinar cuánto tiempo de vida me quedaba, ¿Meses?, ¿Días?, ¿Minutos?, ¿Segundos?... Cuanto menos tiempo me quedase mejor. No había sido lo bastante fuerte y debía asumirlo. Me juré a mi misma que nunca dejaría que ocurriese una situación como la que pasó con mi familia y no lo he conseguido, ni siquiera he conseguido protegerme a mí misma, ¿Cómo voy a proteger a los demás?
Cuando llegué arriba me ataron a una silla, o mejor dicho, me encadenaron. Todos los hombres se marcharon, pero sólo uno, especialmente horrible, con la cara demacrada y un ojo en blanco se quedó. Estaba gordo y sudaba, tenía una gran calva en la coronilla y el resto del pelo, el poco que le quedaba, le rodeaba el cráneo como una corona, una sucia corona repleta de caspa y sudor. Lo menos parecido a una imagen regia que he visto en mi corta vida de veintitrés años, desde luego.
-¿Vas a matarme? –Le pregunté sin más rodeos.
-No puedo hacerlo, preciosa. Además sería un desperdicio acabar tan pronto con alguien tan hermosa, ¿No?
Temí lo peor, y al comenzar por recorrer mi cuerpo aquel sudor frío del miedo, el gordo cabrón sonrió como afirmando mis temores. Prefiero no entrar en detalles, pero aquel hombre aprovechó la situación para violarme nuevamente y, al igual que los otros no fue menos considerado. Me pegó, escupió, insultó, pero ya daba todo igual. Pronto acabaría todo… Pronto.
Cuando el hombre terminó y se marchó dejándome sola, cerró la puerta y me dejó allí atada, con la luz de sol entrando por las vidrieras. Aunque pareciese estúpido, agradecía que fuesen tan hermosas, adornadas por dibujos de animales que seguramente existieron en un tiempo no muy lejano, antes de que el mundo fuese un completo caos. Criaturas que se vieron perjudicadas y erradicadas por las egoístas acciones de otros seres vivos que sólo saben mirar para sí mismos, que siempre lo han hecho y siempre lo harán: El hombre.
Pasaron minutos, horas tal vez, el baño de luz que entraba por las vidrieras se iba apagando lentamente dejando un colorido muy vivo. Por alguna razón, comenzaron a haber ruidos por fuera, al principio comenzaron como un leve susurro como cuando abren el telón en una obra musical y suena la música de introducción a la obra y que presenta a los personajes. Una melodía suave para despertar el oído y, poco a poco, a medida que avanza la obra, el sonido va “In Crescendo” creciendo y haciéndose más notorio a medida que avanza la obra. Cada vez más y más fuerte. La obra llegó a su intermedió, la música paró un momento.
Pero luego los estruendos volvieron más fuerte que nunca, era la parte interesante de la obra, la gran batalla final. El sonido volvió a disminuir drásticamente, el final estaba muy cerca. La puerta se abrió con extremada lentitud y cautela.
Dos hombres aparecieron como venidos de la nada y, sólo con verles supe que no se trataba de los mismos hombres que me retenían, ellos habían producido todo aquel revuelo. Uno de ellos era bajito y el otro alto, pero no podía verles la cara debido a su capucha. Llevaban un extraño uniforme negro, como una especie de túnica que por dentro llevaba una armadura, adornada con un símbolo que representaba una cruz simétrica dentro de un círculo. Ambos armados con cuchillos y espada corta y una mirada amenazadora que también podría considerarse un arma. No sé muy bien el porqué, pero comencé a llorar. Hasta hace un momento pensé que me daba igual morir, pero ahora la idea me aterraba. Me aferré a la vida como pude.
-¡Ayúdenme! –Supliqué entre sollozos.
No podía entender bien lo que pasaba, pero los dos hombres parecían estar discutiendo algo, aún así hablaban cuchicheando y no se entendía nada, salvo una voz que rompió que surgió en medio del cuchicheo, ensordecedora, y que me llenó de terror.
-¡Hazlo! –Retumbó cargada de furia.
Justo en ese instante, la figura más pequeña se abalanzó sobre mí con extrema rapidez, casi sin verlo venir. Sólo durante un instante crucé mi mirada con la suya, una mirada que reflejaba un profundo odio, una mirada asesina. Supe que iba a morir, lo supe y por más que lo intentaba, no era capaz de dejar de llorar, de suplicar clemencia con mis ojos, porque no estaba dispuesta a morir, no estaba preparada… No, quería hacerme fuerte, ¡Maldita sea!
Cerré los ojos y todo se volvió confuso de forma tan súbita que incluso pensé que aquello era estar muerta. El tiempo parecía haberse congelado, el asesino estaba encima de mí, yo en el suelo y, de alguna manera, no sé muy bien como pude abrir los ojos. No sentía dolor, no sentía nada a excepción de los desorbitados latidos de mi corazón y mi respiración entrecortada… Aunque, también sentía la rápida exhalación de aire que aquel hombre producía. Su mirada había perdido su anterior fiereza. El tampoco podía comprender que había pasado, su mirada tenía una expresión totalmente distinta, como perdida y… Dolorida. Cogió su cuchillo, clavado justo al lado de mi mejilla… Yo aún estaba atada a la silla así que no podía hacer nada salvo observar. Pude verle el rostro a aquel hombre, de tez morena, intensos ojos marrones y el pelo corto y rizado formando hermosos bucles, nariz larga y estrecha, con cierto toque romano. Aún en aquella situación, por alguna razón me resultó atractivo. Que absurdo…
Finalmente, tras recoger el cuchillo se levantó y miró anonadado a su compañero, aún intentando comprender la razón de porque no pudo llevar a cabo su misión… Al compañero no pareció agradarle mucho el error del asesino.
-¿Pero qué demonios te pasa? –Exclamó sorprendido. -¡Lo has hecho miles de veces, santo Dios! –Prosiguió. –Está bien. Lo haré yo.
El segundo hombre se acercó como un rayo y se abalanzó contra mí. Su compañero siguió en ensimismado, como si hubiese perdido consciencia. Aquel segundo hombre no iba a dudar. Iba a matarme sin dudar, su brazo ya estaba cayendo cuchillo en mano cuando, de repente, paró en seco y, ante más confusión, fue su sangre y no la mía la que se derramó, cayendo sobre mi cuerpo y mi rostro. Cada vez entendía menos lo que pasaba. El primer asesino mató al segundo. Su mirada había recuperado la decisión.
No podía entender nada de lo que acababa de pasar, pero decidí no cuestionármelo. Aquel hombre me salvó de una muerte segura aquella tarde. Me liberó de mis cadenas y tendió la mano hacía mí.
-Si quieres vivir ven conmigo. –Dijo.
Estaba aturdida, confusa, perdida… ¿Pero qué otra opción tenía?, si me quedaba sí que era seguro que iba a morir y ese hombre me salvó de la muerte… Intentó matarme pero al final me salvó. No sé porque lo haría pero supongo que, ya que lo había hecho, decidió que terminaría con lo que había empezado. Sí había impedido mi muerte de nada serviría si luego me dejaba morir a manos de los mercenarios.
Agarré su mano con firmeza y le seguí sin vacilación. Pero antes, el hombre inspeccionó el cuerpo inerte de su compañero en busca de algo. Cuando lo encontró me volvió a agarrar y, sin más dilación, rompió el ventanal de la derecha.
-Esos idiotas están buscándonos por el patio. Será mejor que te subas a mi espalda, porque si no lo haces morirás.
Simplemente seguí sus instrucciones sin mediar palabra, ya que bastante confuso era todo como para discutir, y más con un hombre que podría matarme sin esfuerzo alguno. Así que lo hice, me agarré tal y como dijo. Acto seguido saltamos por el ventanal.
-¡Si saltamos a esa altura moriremos! –Exclamé angustiada.
Fui ignorada y el hombre saltó sin vacilar. Que decir que la caída era de todo, menos bonita. Cerré los ojos mientras mi corazón se empeñaba en salir a base de rápidos golpetazos de mi pecho, tras unos segundos caí en la cuenta de que no estábamos aplastados en el suelo. Abrí los ojos y casi me caigo de la impresión de ver que estábamos flotando. Instintivamente me agarré más fuerte a la espalda del hombre, que planeaba en ala delta. Algunos guardias nos vieron y comenzaron a disparar indiscriminadamente, sin mucho acierto, gracias a dios. Estábamos demasiado lejos de su alcance.
Aterrizamos forzosamente en el bosque, con la fortuna de que fue un claro en donde fuimos a parar. El hombre me agarró con fuerza, casi llevándome a rastras consigo. Para ser alguien tan pequeño, incluso más bajito que yo, tenía una fuerza realmente asombrosa.
-Date prisa, no tenemos mucho tiempo. –Advirtió con cierto nerviosismo.
-¡No puedo andar bien! –Grite desesperada.
El hombre hizo una mueca que mostraba impaciencia, soltó lo que parecía una especie de carcasa metálica que parecía pesar mucho. En los brazos, en las piernas, en el torso… Todo en un instante, tan rápido que prácticamente no lo pude apreciar. Me subió a su espalda y echó a correr con una velocidad asombrosa, como si ni siquiera estuviese cargando con mi peso, hasta llegar al destino final: Su todoterreno.
Me depositó descuidadamente en el asiento del copiloto. Decidí no quejarme, además, en lo que llevaba de día, casi hasta podía considerarlo un buen trato. El coche arrancó sin dar tiempo a acomodarse y comenzó a atravesar hileras de árboles a toda velocidad, enseguida nos adentramos en la carretera y, casi de la misma forma que nos adentramos, de la misma forma salimos.
-Será mejor no ir por el camino principal, aunque no parece que nos sigan. –Comentó el hombre despreocupado.
-Gra… Gracias por salvarme.
El hombre respondió con un gruñido incomprensible que traté de identificar como un “No es nada” o algo así. De todas las cosas que he vivido, el día de hoy ha sido sin duda alguna, el más extraño de toda mi vida. Pierdo mi trabajo, la gente que cuidaba de mí, me secuestran, me violan, me intentan matar… Y uno de los hombres que me ha intentado matar es el que me salva… Tenía ganas de llorar, pero me reí. Reí a carcajada limpia.
El hombre no dijo nada, ni siquiera miró atrás, pero por su conducta pude deducir que esto era también muy extraño para él y seguí riendo, riendo por no llorar. Todo era tan sumamente absurdo que no sabía cómo interpretarlo, de hecho, no estoy segura aún de si podré interpretarlo algún día.
El hombre me llevó hasta la ciudad, hasta uno de los pocos edificios de la ciudad de Bathalia que realmente podría llamarse edificio, un hogar destacado entre hileras de hormigón y acero que eran las habituales chabolas, lo que ahora podría llamarse edificio. El hombre aparcó el coche allí, en aquella “lujosa mansión”, me ayudó a bajar del coche.
-¿Puedes caminar? –Preguntó.
-Puedo andar… Sí. –Contesté algo confusa, su amabilidad me resultaba extraña, no parecía el tipo de persona que fuese amable.
No obstante, algo extraño había también en su forma de actuar, como si estuviese decepcionado consigo mismo, era difícil de explicar, pero no parecía su habitual forma de ser. Había algo que le trastornaba.
-¿Seguro que podrás subir las escaleras?
-Sí.
El hombre hizo un gesto paciente y subió las escaleras hacia la puerta de su casa, entonces abrió la puerta y pasó dejándola entreabierta para que pasase luego. Me costó un poco subir las escaleras, pero finalmente conseguí llegar a la cima.  No quería decirlo, pero mi mal estar físico se debía sobre todo por el dolor que sufría en la entrepierna de haber sido forzada, las demás heridas eran una mera insignificancia en comparación al dolor que padecía en aquella zona, parecía que me hubiesen taladrado, aunque bueno, en cierto modo, así fue.
Cuando llegamos el hombre sacó un filete, y algo de verdura. Preparó una ensalada y dos filetes de ternera, sacó agua de la nevera y sirvió la mesa sin mediar palabra. Sin embargo había algo extraño, en la mesa donde estaba yo sentada sólo puso mis platos y un vaso con agua y una jarra hasta arriba en la que podría encontrar más agua. Él se quedó comiendo solo en su habitación. Cuando terminé de cenar pasó un largo rato y aún no había salido, supongo que necesitaba tiempo para pensar en lo que había pasado. Yo aún no sabía que pensar o que hacer, así que llevé los platos sucios y la jarra a la cocina, volví al salón principal, justo en la misma silla en la que estaba sentada mientras cenaba y esperé. Ignoro cuanto tiempo pasó, se me hizo interminable y había perdido por completo la noción del tiempo, ni siquiera me di cuenta de si era de noche o de día cuando entramos en su casa, pero al final él salió. Me miró con ojos fríos, supuse que había llegado la hora de irme.
-Escucha chica, tienes dos opciones: Puedes irte. Si te vas te ayudaré a conseguir lo necesario para huir ya que te estarán buscando, puedo prepararte una peluca, ropa nueva, lo que haga falta. –De pronto hubo una pausa repentina.
-¿Y la otra opción? –Le pregunté impaciente.
-Puedes quedarte aquí, supongo. –Dejó caer perezosamente las palabras como si las tuviera atadas a la lengua. –Al menos por el momento.
Y según dijo eso se marchó de vuelta al dormitorio sin mediar más palabra, pero me alegró saber que tenía un lugar donde quedarme ahora que no tenía a nadie y mucho menos a donde ir. Decidí que al día siguiente le haría la cena para agradecerle el gesto.
Se levantó muy temprano, creo que no se dio cuenta de que le vi salir. Parecía otro hombre totalmente distinto, ataviado con una camisa blanca, unos pantalones formales y un maletín. Así que ese hombre era la forma de encubrirse. Ya estaba totalmente despejada y comenzaba a pensar con normalidad y sin duda alguna, era raro que un mercenario como él se levantase temprano para matar a gente vestido con una camisa. Tal vez por las mañanas era una persona normal y por las noches, un asesino. Una forma perfecta de camuflarse de la sociedad.
No me había dado cuenta aún de todo lo que había cambiado mi vida, pero parecía que el cambio iba a ser bueno, por una vez pensé, ¿Y si este accidente me da aquello que he buscado toda mi vida? Era extraño ser acogido por un hombre que había intentado matarte, pero, ¿Qué otra opción tenía? Ninguna otra, no tenía más opción. Como dijo él, si huía estarían buscándome y ya tenía claro que nunca sería lo suficientemente fuerte como para plantar cara al futuro. Tal vez necesitaba a alguien que me protegiese, que diese la cara por mí y tal vez lo había encontrado.

viernes, 6 de enero de 2012

Sinopsis: No Soy Un Asesino

Bueno sé que he debido hacerlo antes de empezar a publicar capítulos y es algo que no he hecho en ningún relato así que, a partir de ahora, empezaré a hacerlo con todos los nuevos relatos para que sepáis de que va la cosa.

Sinopsis

Rekkie-Maru es un experimentado asesino del gremio de los Moradores de la Noche, un gremio que tiene por misión exterminar a aquellos que consideran criminales y, por lo tanto, personas no dignas de vivir en la sociedad.

Rekkie-Maru pierde su instinto asesino por culpa de un recuerdo reprimido y se ve obligado a hacer frente a la hostil sociedad del año 2253 intentado recordar porque se convirtió en asesino. El continuo y caótico fluir de la ética de un mundo que se halla envuelto en la guerra fría y en la más profunda desesperación harán entender a Rekkie-Maru que su camino para dejar de ser un asesino no será fácil.

Envuelto por los terribles crímenes que resuelve con su identidad falsa, Vicent Dallas y la incomprensión que siente por perder su antiguo instinto, Rekkie-Maru vivirá una aventura sin precedentes y comprenderá que su destino era algo más que ser una simple herramienta de la muerte.

miércoles, 4 de enero de 2012

Reseña: The Legend Of Zelda

Bueno, pues hoy me apetece hacer algo distinto y hablaros de uno de los juegos más grandes del 2011.
Hablamos de: The Legend Of Zelda.

Como sabéis, el 2011 ha sido un año muy especial para Nintendo y en especial para la saga de Zelda, que cumplía, nada más y nada menos que 25 añitos. Por ello Nintendo, decidió celebrar el aniversario de una de sus mayores joyas a lo grande, ¿Qué hicieron?, pues sacar otra joya.
Skyward Sword fue el título que Nintendo llevaba ya unos años produciendo para celebrar esta ocasión, así que hoy voy a analizar mi experiencia jugona en él.

¿Es Skyward Sword el mejor Zelda de la historia?

Algunas lenguas dicen que es el mejor Zelda de toda la saga. Bien, esto es lo primero que quería analizar, pues no hay que ir con prejuicios. Sin duda alguna, el juego es muy bueno y, por la experiencia que voy a relatar en mis siguientes líneas sin duda, es un juego más que recomendable y casi imprescindible para los usuarios de Wii. Es bueno, pero eso del mejor... Depende de las opiniones.

En mi modesta opinión, y dentro de que todos los títulos con el nombre de Zelda (A excepción de los más que deplorables Zeldas de CD-I) Me han encantado y me han hecho vivir una sensación única. Pero si tengo que mojarme, elijo Ocarina Of Time.


Mis motivos son que es el primer Zelda en tres dimensiones que salió y el primero en el que tuve edad suficiente y madurez de juego suficiente como para poder disfrutarlo al 100%. Soy franco, la primera vez que jugué no me enteré de nada de la historia y no era capaz de entender del todo lo que hacía... Pero de alguna forma lo intuía y eso era posible porque, la historia estaba tan conseguida que no se necesitaba tener un nivel inglés excepcional, ni siquiera básico, para entender lo que pasaba en el juego, bastaba con mirar. Las imágenes lo decían todo, la historia de un niño que se hace maduro, la historia de un hombre que se convierte en héroe.

Y creo que eso es lo que le convierte en excepcional y para mí el mejor, aquella madurez, esa sensación que tenías de que crecías a medida que ibas jugando y a medida que el Link del juego crecía, tu lo hacías también. Poco a poco, acabas sintiendo tan héroe como él. Además de que, están esos detalles como la devastación de la ciudad y el tirano gobierno de Ganondorf sobre la tierra de Hyrule, por no hablar de los demonios que se han apoderado de ciudades, montañas, lagos... Todo lo que conocíamos de pequeño que merecía la pena había muerto y debíamos arreglarlo de mayores. ¿Demasiada responsabilidad para un niño que ni siquiera entiende porque se hizo mayor?, ¿Qué no entiende porque debe portar la espada maestra y porque debe ser él quién salve al mundo?

Tal vez, y tal vez eso expliqué también su continuación directa con Majora's Mask... Lo que si tengo claro es que nunca he visto en otra edición de Zelda esa desolación que se mostraba en Ocarina Of Time, donde nos veíamos obligados a ver como el mundo se había desmoronado por completo y la desesperación de saber que somos nosotros quiénes debemos salvar la situación y que además, no tenemos opción porque es nuestro destino... Nada que ver con otros Zeldas donde el mundo es todo de color de rosa.

Así que, ya que esto va dentro de opiniones, para mí Skyward Sword no es el mejor Zelda de la historia. Y dicho esto, pasemos a analizar los recovecos del juego.

Historia


Bueno, pues empezamos detallando un poco de la historia del juego. Para no intentar hacer demasiados spoilers, me voy a limitar a decir que el juego, a pesar de su aspecto más bien infantil tiene una trama bastante madura y llena de misterios y aventuras.

La cosa empieza en el pueblo natal de nuestro querido Link, Altarea, una ciudad suspendida en los cielos que no conoce nada o casi nada del mundo inferior, de hecho, ni siquiera creen que exista un mundo inferior.

Altarea se encuentra dentro de los reinos de Celestea, cuyos dominios abarcan desde la ciudad flotante hasta una serie de islas en las cuales, podemos encontrar algún negocio que regenta un ciudadano de Altarea.

Bien, los habitantes del reino de Celestea nacen con un pájaro bajo el brazo, y nunca mejor dicho, ya que cada uno tiene su propia ave que tienen el nombre de pelícaros (El pelícaro de Link será nuestro principal medio de transporte junto con las estatuas de pelícaro por el reino de Celestea)




Estos simpáticos bicharracos son algo así como, la mascota de los habitantes, ¿Habéis visto Avatar?, pues es algo así como los pájaros que llevaban los azulitos. Para mejorar su vuelo deben mejorar su relación con el pelícaro y trabajar como si sólo fuesen uno. Añado que, volar por pelícaro es un poco rollo, pero ya os daré detalles.

El caso es que la historia comienza con un torneo de vuelo en pelícaro cuya recompensa será convertirse en guardián de celestea y un paracaídas tejido a mano por la propia Zelda, hija del director de la academia de caballeros (Gaepora, con un parecido muy sospechoso a cierto búho que siempre nos da charlas interminables en otras aventuras del héroe verdoso. Gracias a dios, el personaje se parece en los rasgos y no en la pesadez del dichoso búho) que prepara a estudiantes como Link para ser guardianes de Celestea algún día.

Zelda nos hace la jugarreta de tirarnos por un puente y se tira a por nosotros para salvarnos, ya que resulta que... ¡Han secuestrado a nuestro pelícaro! Y... tras muchos rifi rafes que no voy a contar, recuperamos a nuestro querido "pollo" que había sido secuestrado por nuestro mayor rival, un tío muy "majo" llamado Malton.

Después de eso, Zelda nos da su paracaídas y nos enseña como hacer un buen aterrizaje que, espero que a los que hayan jugado, no les haya costado tanto como me costó a mí y a los nuevos jugadores les deseo lo mismo. Es un poco difícil si no se está acostumbrado.

Tras un buen aterrizaje, Zelda nos desafía a echar una carrera con los pelícaros, pero justo en ese instante pasa algo que es lo esperado y lo absolutamente habitual, secuestrar a Zelda. Esta vez se la lleva un torbellino de oscura naturaleza a las tierras inferiores y, no sabemos como, nosotros somos llevados de vuelta a Altarea y despertamos por la noche sin saber que huevos a pasado.

Viene Gaepora, el director de la academia y padre de Zelda a explicarnos que su hija a desaparecido que si sabes algo, que si la rescates... En fin, algo de lo más extraño en un Zelda, salvar a Zelda. Después de que el director se largué, se nos aparecerá una especie de "Fantasma" que hace indicios de querer que le sigamos. Así que vamos tras ella (Si es una chica, ya sabéis, para romper el hábito de que Link debe tener siempre compañera femenina con la que poner los cuernos a Zelda xD) y tras la persecución. Entramos en un paraje secreto que nunca había sido descubierto y encontramos a la futura Espada Maestra en su cutre estado original, la Espada Divina (Si habéis jugado a otras ediciones de Zelda no os he destripado nada).

La fantasma se nos presentará. Se llama Fay y ha sido creada por la Diosa Hylia para acompañarnos en la aventura, resulta que, de repente, tú y Zelda sois muy importantes por algún motivo... Para variar... Y también para "romper" el hábito, tendremos que salvar a Zelda. Por lo visto, ella se encuentra en las tierras inferiores buscando su destino. Fay nos da la primera litografía y nos anuncia que con ella podremos acceder a las tierras inferiores y que debemos encontrar otras dos litografías más para poder ir a nuevas zonas en las tierras inferiores.

Después de eso, por fin Link se vestirá con su uniforme de caballero, que es el que conocemos de toda la vida, y de ahí que Link supuestamente lleve siempre la misma ropa. Bueno, que hemos sido elegidos por la Diosa para salvar el mundo y tras viajar a todas las regiones de la tierra inferior (Que si habéis jugado a otros Zeldas os sonaran de mucho) tendremos que reforzar la Espada Divina y convertirla en la famosa Espada Maestra con la ayuda de las tres llamas (valor, poder y sabiduría, seguro que también os suena) para demostrar que Link es el verdadero elegido de la Diosa destinado a salvar el mundo.

En fin, todo lo demás debéis averiguarlo vosotros...

Método de Juego

Skyward Sword hace gala de un aprovechamiento máximo del Wii Motion Plus, la tecnología de nintendo que mejoró notablemente la capacidad del sensor de movimientos del mando de Wii. Tal es así que, para mover la espada, tendremos que manejarla de forma similar a como lo haríamos en la realidad, lo cual quiere decir que para dar una estocada nuestra mano debe estocar, si queremos ejecutar un espadazo horizontal hacia la derecha debemos hacer lo propio con la muñeca para que la espada se mueva así. Para utilizar nuestro escudo usaremos el nunchuck. Pero el uso del mando de Wii no se limita sólo a eso, también sirve para mantener el equilibrio en una cuerda, apuntar con el arco y manejar nuestro amplio escaparate de los gadgets que usualmente Link tiene en todas sus aventuras.

Para mí esto a veces resulta un inconveniente, pues si no estás bien posicionado del todo es fácil perder la precisión del puntero y que se nos vuelva "loco" por decirlo de algún modo. El juego nos da la opción de centrar el puntero de forma automática cada vez que apuntamos con un objeto o usamos la vista en primera persona, pero a veces, con el fragor de la batalla resulta fácil que el puntero se vaya a narnia y cuando tienes que esquivar ataques, también se hace bastante difícil centrar el puntito sin llevarte algún bonito "Recuerdo" de parte de tu enemigo, pues para centrar el punto ahí que estar bien posicionado en el centro de la pantalla y con el mando apuntando al centro de la pantalla... Pero a pesar de ello, es fácil que en un movimiento brusco se nos vaya todo equilibrio del puntero al carajo. Aunque, por otra parte, los movimientos están muy logrados y se hace todo con bastante soltura.

Pero la verdad, no es sólo el movimiento lo que cautivará de este juego. Esta vez Zelda es más rolero que nunca. El primer cambio significativo que se puede apreciar es la cantidad inicial de corazones con la que contamos, en lugar de tres seis. Eso ya nos hace pensar que será algo más duro recolectar piezas de corazón para obtener más salud adicional y así es, en Skyward Sword es más duro conseguir las preciadas piezas de corazón, así que hay que andarse con pies de plomo. Pero además este Zelda tiene algo inusual, algo que hasta ahora no habíamos visto en ningún otro Zelda.

Los escudos de Link tienen resistencia limitada que se representa con una barra, si se acaba la barra se rompe el escudo, la pregunta es. ¿Podemos mejorar nuestros escudos? Y la respuesta es sí, al igual que, de la misma manera, podremos mejorar el carcaj de las flechas, la bolsa de semillas, el saco de bombas... ¿Y cómo se hace esto?, os preguntaréis, pues es fácil. Para reformar nuestro equipo tenemos que conseguir ciertos objetos que obtendremos de enemigos, cofres y en ciertos lugares que, al llevárselos al herrero, nos hará un nuevo objeto a cambio de el material necesario y un módico precio y con las pociones ocurre algo similar, salvo que las pociones requieren de insectos para ser mejoradas, lo cual quiere decir que podemos elaborar nuestras propias pociones así que, ya no será necesario emplear pociones azules, basta con mejorar una roja de toda la vida... Eso sí, a lo mejor os resulta un poco coñazo, pero a mí me parece una forma de hacer más entretenida la aventura y que nos ayuda a esforzarnos más para explorar los terrenos de las Tierras Inferiores.

Además, en las Tierras Inferiores encontraremos Cubos Divinos que nos desbloquearan un cofre en algún lugar de Celestea al que más tarde tendremos que ir con nuestro pelícaro si queremos recoger el botín. Pero ahí está la pega, volar en pelícaro.

Pelícaro es un ave muy muy, pero que muy lenta y cuando tienes que ir a una micro isla que está en la esquina del mapa, maldices al cabrón al que se le ocurriese la idea de viajar en "pollo". El pelícaro de Link se maneja moviendo el mando de Wii, como si simulasemos, es decir, lo movemos como si fuese el puntero. Para subir de altura agitamos el mando y para caer en picado apuntamos hacia abajo con el mando y para realizar ataques el botón A. Pero lo dicho, los viajes en pelícaro será de lo que más odiéis
con toda seguridad, ya que cada vez que tengamos que volver a Altarea a realizar compras, a hacer favores a la gente o buscar tesoros en las islas de Celestea, tendremos que ir en pelícaro, y aviso que las veces que nos veremos obligados a volver no son pocas.

En conclusión, tendremos horas de entretenimiento y desafíos alternativos por no hablar de que siempre viene bien tener una poción mejorada y un buen sustento de provisiones.

Enemigos


Los enemigos son también un elemento especial de todos los Zeldas y sí, veremos a los enemigos típicos de Link. Los goblins, las plantas deku, los lagartos... Pero son muy distintos a los enemigos de siempre, su inteligencia a subido notablemente. Una lucha con un simple goblin se convierte en algo emocionante, cuando no controlas bien el juego puedes tardar minutos en cargarte sólo a uno, ya que se protegen de tus ataques.

El truco es atacarles por donde no esperan el golpe, al igual que las plantas deku, cuyo punto débil es la boca y nos veremos obligados a atacar en la dirección en la que esté la boca o esperar a que nos ataque para atontarla con un golpe escudo. Los combates son intuitivos, pero requieren de cierta técnica y concentración, por lo que no dejan de ser emocionantes y algo que hasta ahora no había pasado, dejan de ser enemigos con movimientos previsibles, tendremos que elaborar una estrategia para derrotar a ciertos enemigos, lo cual es de lo más curioso. Lo que falla es que casi todos los enemigos tienen un planteamiento parecido para derrotarlos, tenemos que atacarles de cierta forma con nuestra espada para derrotarles, habría estado bien algo más de diversidad, así que en este apartado concedo un notable.


Puntuación


La Puntuación se elabora entre 0 y 10, siendo 0 la nota más baja y 10 la más alta. Al igual que en las notas escolares, para obtener el aprobado hay que sacar un mínimo de 5. En ocasiones pongo 11 a ciertos apartados, eso quiere decir que lo considero tan bueno que merece más que un sobresaliente, sólo lo pongo en ocasiones especiales.


Apartado Gráfico - 9

Creo que Skyward Sword ha sido capaz de desarrollar toda la potencia gráfica de Wii, no obstante, hay que tener en cuenta que en el mercado hay consolas mucho más potentes que la consola de Nintendo. Por ello, le concedo un más que merecido nueve. El nivel de detalles es altísimo y los coloridos están muy bien logrados, aunque tal vez nos podamos ver un poco sobresaturados de tanto color, pero es un juego en el que se respira vida.

Jugabilidad - 8

Como ya he dicho antes, hay momentos en los que el Wii Motion se convierte en un suplicio y se hace un tanto incómodo pero aún así, los movimientos están muy bien logrados y resulta bastante entretenido habituarse a la lucha y encontrarse enemigos que son capaces de ver venir tus ataques y hacerte plantear una estrategia para acabar con ellos.

Duración - 8,5

La historia se acabará alzando a más de 20 horas de juego, y si además contamos los innumerables desafíos que nos esperan, puede ascender a más del doble. Una tasa más que aceptable.

Entretenimiento - 9,5

Es un juego repleto de desafíos y situaciones divertidas. El misterio de la trama también hará que nos metamos de lleno en el juego y los desafíos secundarios son tan curiosos como limpiar la casa de una mujer... Además tenemos los insectos, los materiales para mejorar nuestro equipo... No se lleva el diez porque volar en pelícano es bastante cansino...

Sonido/Voces - 9

Como no podía ser menos en Zelda, los personajes no hablan, lo que le quita un poco de gracia al juego. Pero la banda sonora es espectacular y los efectos sonoros de la espada son casi reales. Sin duda ayudan mucho para adentrase en el juego.

Valoración General - 9

Sin duda, Skyward Sword es un juego de sobresaliente, con una historia que engancha y situaciones divertidas. Aunque tal vez os interese más probar Skyrim, la quinta entrega de The Elder Scrolls, ya que dispone de elementos aún más roleros y su duración es casi infinita. Para probar otra cosa parecida... Zelda lo considero un juego inigualable con un estilo muy propio, si queréis jugar algo parecido lo mejor es que juguéis a otro Zelda.