jueves, 29 de septiembre de 2011

El desierto

Páramo de hermosas arenas... normalmente, cuando uno piensa en un desierto piensa en un sitio más bien, poco práctico, no sabría definirlo según la tesitura dada. Generalmente, el desierto es un mundo de caos, tierras no fértiles, con tempestades de arena en lugar de lluvia, bastante peores que el agua que cae de las nubes.

Para muchos el desierto simboliza el final de la vida, la muerte, ya que supuestamente, es un lugar vacío pero, ¿No viven criaturas en el desierto?, ¿No hay oasis en los que crecen palmeras?, incluso los cactus almacenan agua dentro suya, con herramientas adecuadas podrían abrirse y beber lo que llevan dentro, ¿Qué el desierto es muerte? Muerte para aquellos que no se adapten a él como todo.

A mi el desierto me parece un lugar tranquilizador, sereno. No hay atascos, no hay carreteras, no hay impertinencias,... sólo kilómetros y kilómetros de arena vacía. Un lugar donde la el cáncer que asola la Tierra y sí, hablo de el ser humano, no ha dejado huella de su presencia, el único lugar que el hombre moderno teme.

Somos capaces de subir escarpadas montañas que están a miles de kilómetros del suelo sólo para poder tener la sensación de que podemos tocar el cielo con nuestras manos, para ello resistimos un duro entrenamiento, un frío insoportable, hambre, sed, sólo para poder sentirnos los amos de nuestro destino y poder decir: "Sí, he tocado el cielo con mis manos". Pero cuando hay que atravesar kilómetros de arena andando, nos mostramos mucho más cautelosos, ya no nos llama una ambición como la de tocar el cielo, ni siquiera para hacerse el héroe, ya que el que atraviesa el desierto es un loco.

Es un lugar de paz, auténtica paz, y tiene su belleza, las dunas de arena cristalina, los oasis, un horizonte vació donde la vista no alcanza un final. A mi me parece bello. Tal vez algún día acabemos viviendo en un desierto, así que mejor acostumbrarse, ya que el ser humano tiende por destruir todo lo que está a su alcance. El desierto es el única lugar de la Tierra que simboliza lo que realmente somos. Vacío. Nuestras guerras sólo dejan vacío, nuestras mentiras y engaños sólo dejan vacío... resulta que al final no somos nada distintos de lo que tememos, y tal vez sea por eso por lo que lo tememos, porque es nuestra imagen reflejada en un espejo, y no queremos aceptar que somos así, pero así somos. Supongo que por eso también la gente se aferra más a acciones como subir montañas y ir a praderas y pueblos, donde la muerte es un extraño que no tiene lugar en esos mundos.

Así es como somos en realidad, como un desierto, por eso me gustan los desiertos, son bellos y además no mienten, nos describen como somos.

¿A alguien más le gustan los desiertos?

sábado, 24 de septiembre de 2011

Del cielo al inferno

  Me despierto presa de un sueño que ha sido olvidado, enfrente de un manto blanco de nieve y un frío desolador. Estoy solo, hambriento, sediento, herido... ¿Cómo he llegado hasta aquí? Realmente, no sé si quiero contestar esa pregunta.

  Trato de recrear hechos en mi mente, pero sólo veo lagunas emborronadas, como un enorme pedazo de mar con tierras aún no descubiertas, que sabes que están allí, pero que no puedes alcanzar. Trato inútilmente de levantarme, pero mi pierna derecha permanece inmóvil en una posición antinatural. Está rota, la otra no anda mucho mejor, parece en buen estado salvo por un tobillo dislocado. Intento apoyar el peso de mi cuerpo en mis brazos, se repite lo mismo que en las piernas. Mi diestra descolocada y mi siniestra un tanto magullada. Di las gracias de que sólo fuesen unas tristes magulladoras, dolía, pero era un simple rasguño en comparación con otras heridas. No había caído en la cuenta debido a mi confusión de salir de en medio de un sueño que parecía no tener fin, en un paisaje desconocido y desolador, en un cuerpo que ni siquiera sabía que era mío pero que, gracias al dolor, me daba cuenta de la realidad.

  Tal vez no supiese quién era y por qué estaba allí, pero no cabía duda de que era real. El dolor a cada instante más insoportable, el frío, la angustia el miedo, el desconcierto.... Ni siquiera sabía que tenía más heridas que observar hasta que las observé y, a medida que descubría una nueva herida era también cuando me daba cuenta de que dolía.

  Mi pierna y mi brazo derecho rotos, magulladoras por todo el cuerpo, sangre por todas partes, una vara de hierro atravesando mi pecho... Cada segundo parecía un eterno instante de agonía. Maldecí haberme despertado allí, habría sido mejor morir. Sin saber quién era, ni porque estaba allí, sin saber si alguien me esperaría, medio muerto... Pero había despertado. Estaba vivo y sin nada, pero vivo al fin y al cabo y había una parte de mí que no lo soportaba, estar allí tendido sin hacer nada, muriendo sin más. De pronto quise saber el por qué, por qué estaba allí, porque yo y no otro y, sobre todo, porque no recordaba nada, ni siquiera nombre, sólo una vacía laguna en la que se habían secado los recuerdos. Mi lago era ahora un pantano, llena de agua corrupta, que añoraba sus tiempos de pureza.

  Ese pensamiento estalló en mi mente en mi mente, "sobrevive" gritaba esa maldita voz interna, y a pesar del cansancio, del insoportable dolor, la agonía y el caos que me rodeaba me dije a mí mismo que de ninguna manera moriría, ¿Pero cómo?

  Examiné la escena con detenimiento, de pronto parecía tener un experto ojo observador, aunque mi radio de visión no abarcaba mucho, debido al tiempo que dejaba una cortina de nieve en el horizonte, que a mí no me llegaba. Estaba en una pequeña cueva, por los rastros de la sangre parecía haber caído de un barranco, las contusiones se debían al chocar mi cuerpo contra los peñascos y la pérdida de memoria... tal vez un golpe desafortunado en la cabeza. También había una espada corta, con la hoja curva y reluciente cerca de mi mano derecha. Pero no la podía coger sin antes levantarme a por ella, ya que tenía inmóvil el brazo derecho. Mi ropa estaba echa girones, no sabría describir con exactitud lo que llevaba puesto antes de hacerme esto, tal vez por la falta de memoria, tal vez porque estaba en tan mal estado que era del todo indescriptible. Sólo deseaba salir de aquel grotesco escenario cuanto antes y más si se trataba de mi grotesco escenario. ¿Pero cómo salir de ahí?

  Mi corazón se aceleró y en mi cabeza comenzaron a palpitar ideas siguiendo mi compás cardíaco, mi vacía cabeza desbordaba actividad y mi instinto se encendió como el que prende una vela. Mi mano izquierda agarró un trozo pequeño de madera rota que tenía al lado, lo apreté con fuerza entre los dientes... lo que iba a hacer a continuación dolería más aún que todo lo que estaba sufriendo. Mi mano izquierda se depositó en el antebrazo derecho, cerré los ojos y traté de poner toda mi decisión, aunque tardé unos segundos de duda en poder pegar el tirón. Tenía razón, el dolor parecía como una puñalada directa en el corazón, mi respiración se entrecortó y mi alarido fue sofocado por el trozo de madera durante unos instantes, luego cayó de mi boca y el grito casi inhumano de dolor se escuchó por toda la montaña como un siniestro eco que anunciaba un turbio futuro. Para estar intentado seguir vivo, más diría que estaba matándome. A lo mejor mi instinto no me guiaba bien, o bien me estaba engañando, pero era lo único de lo que me podía fiar en aquel instante. Aunque parecía mentira, el dolor se acabó yendo, al menos parcialmente. Ahora mi brazo estaba arreglado, pero la pierna sería mucho peor.

  Repetí el proceso y amargamente comprobé que tenía razón. Nuevamente, mi terrible aullido siniestro y desesperado se hizo eco atravesando la cueva. Había colocado mi pierna y mi brazo, pero ahora debía ponerme en pie, me giré para coger la espada con mi mano izquierda, corté un trozo de mi harapienta ropa para hacer un ingenioso cabestrillo que me costó unos minutos lograr atar con firmeza a mi brazo herido. Levantarme, algo tan sencillo resultaba un esfuerzo titánico, apoyando toda mi fuerza en sobre la espada clavada en el suelo y para colmo era corta, pero di gracias a que fui capaz de sostenerme lo suficiente como para apoyar el peso en la pierna buena. Descubrí que mi tobillo no estaba tan mal como aparentaba, aguantaba bien el peso. Lo había logrado, estaba en pie y no sé porque algo tan simple me parecía un éxito digno de aparecer en un libro de historia, ciertamente, levantarme me parecía imposible hasta el momento en el que ya estaba de pie, aún así, estoy de pie y me cuesta creerlo. ¿Hasta cuánto aguantaría con un tubo de hierro atravesándome el torso? Supongo que no acertó en ninguna zona sensible, pero quitarlo supondría desangrarse, y ya bastante sangre había perdido, mis otras hemorragias parecían haberse cerrado, o al menos, no producían tanta sangre como para que fuese realmente preocupante. Debía seguir.

  Usando la espada a modo de bastón conseguí avanzar a través de la nieve, de pronto caí en la cuenta de que no llevaba calzado. Genial. Mi situación se ponía cada vez más desesperadamente interesante, para el maldito Dios que me había maldecido y hacerme pasar por estas penurias, desde luego que sí. Mi única opción: encontrar a alguien que me ayudara antes de morir de hambre, o desangrado, o de frío o de vete a saber qué. Empecé a cuestionarme por qué me había levantado y porque intentaba evitar un destino que era inevitable.

  Avancé por el extenso manto de nieve con un fondo blanco que parecía no tener fin. El frío era cálido, tal vez os extrañe esta paradoja pero realmente, el frío me producía una sensación irritante en la piel, como la de un hierro candente. A cada paso sentía la quemazón con más intensidad, hasta que de pronto cesó. Deje simplemente de sentir, me quedé con la misma sensibilidad que tienen las rocas. Con esta sensación me era difícil saber si estaba avanzando además, mi visión comenzó a disolverse como a un cuadro en el que se ha derramado un vaso de agua y se ve su mundo desdibujado. Ahora era mi mundo visual el desdibujado, me estaba entrando sueño a medida que mis sentidos se embotaban cada vez más trasnformándome en un ser inerte. Tanto esfuerzo para morir tumbado sobre la nieve. Mis ojos se cerraban, en mi cabeza oía una voz que susurraba. Quería que fuese con ella, estaba decidido a seguirla, pero mis ojos se abrieron sin aviso, de forma súbita al igual que se cerraron. Vi la razón de mi despertar, no sabía si agradecerlo o sentirme aún más desdichado por lo que me esperaba.

  Lo cierto es que aquella bestia avanzo hacia mí con una mirada que buscaba saciar su sed de sangre, en aquel momento supe que definitivamente, no saldría con vida de la experiencia. Supongo que levantarse y andar ya eran bastantes heroicidades para un hombre medio muerto. Aunque no me rendiría.

  Dejé que se acercase hasta llegar a un palmo de la cara. Su aliento putrefacto despertó de nuevo mi sentido olfativo, noté el sudor recorriendo los poros de mi piel, la adrenalina disparada por el laberinto de los vasos sanguíneos. Mantuve su mirada hasta el último instante, clavé la espada en su pecho de una rápida estocada al tiempo que su zarpa descendía hacia mi cara. Vi como sus garras cortaban el aire, incluso a tiempo, pero no podía esquivarlo, así que me dejé caer al suelo de tal forma que cayera en posición lateral para no hacerme daño, pero no fui capaz de evitar el zarpazo que, desafortunadamente, acertó en el lado derecho de mi cara mientras caía al suelo.

  Volvió en mí aquella sensación que en el día de hoy ya me era familiar. La visión borrosa, extremidades insensibles y latidos desincronizados, sólo que esta vez ya no me apetecía levantarme y luchar. Ni siqueira sé que pasó con el oso. La visión se fue apagando como cuando el sol se esconde dejando la luz del ocaso hasta que, finalmente, se queda a oscuras por completo.

  Tuve un sueño, bueno, no sabría decir si era exactamente un sueño. Sólo sé que intentaba despertarme, aunque no recuerdo de que iba el sueño, y no podía despertar. Hasta que una intensa luz, un destello blanco que irritaba mis ojos me hizo despertar repentinamente de mi duro letargo.

  La habitación era modestamente pequeña, el suelo era de color verde vómito  y las paredes blancas, amarillentas a causa del efecto del tiempo sobre ellas  y la falta de una buena mano de pintura. Apoyado en una pared, sentado en una sencilla silla de caoba, un anciano le observaba con mirada atenta, hizo un gesto de sorpresa cuando al fin me vio despertar, el maldito viejo apuntaba la luz de un farol en mi rostro, lo que identifiqué que debía tratarse del misterioso destello que me había despertado. El anciano, de rostro apacible y unos bondadosos ojos azules se acercó para verme mejor.

  -¿Qué tal muchacho?

  -Creo que bien, gracias a usted. Fue usted el que me recogió, ¿No?

  El hombre asintió.

  -Sí, fui yo. Y te agradecería que no me tratases de "Usted". Llámame Gabriel.

  -De acuerdo.

  -Te has librado de una buena, hijo.

  -Y que lo digas. -Dije tratando de forzar una tímida sonrisa.

  -¿Qué fue lo que te pasó? -<<Eso mismo me preguntó yo.>>

  -No lo sé, no recuerdo nada, excepto despertarme mal herido en la montaña, ponerme en pie con series dificultades y luchar con un oso sobre la nieve, incluso hasta eso se me hace difícil de recordar. Lo demás, es como un mar en el que no hay peces.

  -Entiendo. -Comentó Gabriel en un gesto aprensivo. -¿Nombre?

  -Tampoco lo recuerdo. ¿Ha encontrado algo en mi ropa que indiqué algo?

  -Mucho me temo que no. -Negó en un gesto desolador. -Te prepararé algo caliente de beber.

  Gabriel marchó a la cocina, que estaba pegada al dormitorio en el que estaba acostado, al cabo de un rato, pude ver como salía el humo de la tetera de la habitación, Gabriel no cerró la puerta. Siguió hablando mientras preparaba el té.

  -Has tenido suerte. No sé como lo has hecho para sobrevivir a semejante caída, ese desfiladero tiene una caída que casi parece no tener fin, por no hablar de que has matado al oso más fiero que he conocido en esta montaña, hasta un hombre sano  y experto habría dudado en enfrentarse a él y tú le has matado estando medio moribundo. -Gabriel apareció con dos vasos de té y me tendió uno en la mano, como estaba apoyado contra la pared, no tuve problemas en bebérmelo. -Qué extraño, ¿Verdad?

  -No sé que decir... -Con gesto desconcertado, bebí un sorbo de mi ardiente té.

  No sé que llevaría aquella cosa, pero a pesar de su sabor horrible y su hedor excesivo a mentol, calentó mi cuerpo y me hizo sentir lleno de fuerza. Si hubiese creído que el elixir de la vida existe, sin duda habría dicho que se trataba del té de aquel misterioso y amable viejecillo.

  El hombre se me observó pensativo, con una mirada que indicaba que estaba apunto de resolver el enigma más importante de su vida. De pronto, se volvió intrigante, me di cuenta de que al mismo tiempo que yo investigaba esa mirada del que mira una criatura extraña que no ha visto en su vida, el hacía lo mismo conmigo, devolviéndome el misterio que pasaba de mano en mano, o, en este caso, más bien diría de ojo a ojo.

  -Tú no eres normal. -Concluyó el anciano en un tono de admiración pasiva. -Nadie normal podría sobrevivir a esa caída y enfrentarse a un oso como si nada.

  -¿Sugiere que me tendría que haber dejado matar? -Le pregunté con ironía.

  -En absoluto. Solo admiro tu capacidad de supervivencia.

  Tras otro largo rato de silencio y de miradas curiosas que no llegaban a ninguna parte  y de beberse todo el té sin mediar palabra. Gabriel se llevó los vasos de vuelta y regresó con dos trozos de bizcocho. Dejó uno en mi mano y otro para él. -Que aproveche. -Dijo.

  -Debemos ponerte nombre ya que no te acuerdas del tuyo. Que te parece... ¿Yuri Mizune? En mi lengua materna significa, "en busca del recuerdo".

  -Muy adecuado. -Dije indiferente.

  Además de que Gabriel tenía razón, antes o después se me tendría que diferenciar de una manera u otra y, ya que no tenía nombre de verdad, por lo menos que tuviese uno falso. En cierta manera, en busca del recuerdo era un nombre poético, de pronto me entró curiosidad por saber que lengua hablaría Gabriel, pero ya era suficiente con dar gracias de que pudiésemos hablar la misma. Aunque me hubiese dicho la lengua, no sabría de cuál se trataba, sería estúpido preguntar.

  -Hay algo que me gustaría pedirte. ¿Qué te parece quedarte conmigo hasta que consigas recuperar tu memoria?

  La propuesta sonó tan natural que casi creí que era una simple propuesta normal. Tardé un instante en poner en orden los pensamientos que rugían dentro de mi cabeza, ¿Acaso tenía otro remedio? No. Estaba claro que tenía que aceptar, aunque...

  -No podría, no tengo con que pagarte y ya me has ayudado bastante. Deja que me recuperé y buscaré la forma de pagarte por tu ayuda.

  -No he dicho que vaya a ser gratis. -Anunció con una extraña expresión satisfecha en su rostro. -Te costará un precio, pero no va a ser dinero ni mucho menos, hay otra cosa que me interesa más.

  -¿El qué? -Pregunté desconcertado.

  -Tu habilidad de supervivencia. Deja que te entrene, te convertiré en el mayor guerrero que haya existido jamás. Sólo déjame ser tu maestro y, a cambio, podrás vivir aquí, bajo el cobijo de un techo y el alimento digno de un hombre.

  -Menudo pago más raro, ¿No crees que si me entrenas te deberé más?

  -No. -Dijo el hombre con una satisfecha sonrisa. -En realidad me haces un favor. Créeme, tengo mis razones para considerarlo un pago, si superas bien el entrenamiento, te contaré el por qué. Pero he de advertirte de una cosa.

  -¿El qué? -Pregunté perplejo, aún asimilando todo lo sucedido.

  -Si aceptas, ya no te podrás volver atrás y te aviso de que mi entrenamiento es muy duro, no todo el mundo puede soportarlo, pero sé que tú podrás. Si te entrenas, sobrevives, si te rindes a la mitad, acabo contigo. -Prosiguió como si nada, como si ni siquiera me hubiese amenazado. -Así que, si no quieres ser entrenado, dilo ahora. Te daré el reposo necesario para que se curen tus heridas y podrás irte, pero lamento decirte que no creo que sobrevivas a la montaña si no tienes ayuda de alguien que viva en ella, por no decir que no conoces a nadie y no recuerdas como es ningún lugar, no sabrás donde tienes que ir.

  -¡No me dejas más opción!

  -Si no te dejo más opción, es por que sé que alguien como tú puede superar el entrenamiento y, con el instinto guerrero que tienes, estoy seguro de que antes eras un soldado o algo así, tal vez mi entrenamiento te ayude a recordar cosas. No sólo te entrenaré en el combate, te daré lecciones para que vuelvas a saber como es el mundo. Sólo te pido un requisito, no te rindas, pero quiero que sepas que no seré nada indulgente contigo.

  Qué cerdo pensé... ¿Pero qué otra opción tenía? Ninguna, él tenía razón, no sabía nada sobre el mundo, no sabía ni quién era yo y ni siquiera porque había llegado allí, estaba solo en un mundo desconocido y lo único que conocía era a ese viejo extraño que me había salvado la vida y, que ahora, me ofrecía una oportunidad de oro que nadie en su sano juicio estando en mi situación, rechazaría. Así que, lo haría. No sé que demonios se supone que me esperaba pero no tenía otra opción. Es el camino que he elegido y como bien dice Gabriel, cuando uno elige su camino ya no puede volverse atrás, a pesar de que me había acorralado, reconozco que el viejo me caía bien. Cuidaría de mí, me enseñaría el mundo y yo le haría compañía, porque, ¿Desde cuándo estaría solo aquel hombre? Sin duda su intento desesperado sólo era un mensaje de que la soledad era la única compañía que había tenido y que deseaba borrarla de su vista.
Estaba apunto de sentenciar el resto de mi vida, de mi destino, con un único monosílabo.

  -Sí.

  No hizo falta nada más. Gabriel asintió conocedor de que a partir de ahora, todo iba a ser distinto, sin duda debía tener un buen motivo para desear que fuese su alumno, algo que no quería contar pero que se percibía, oculto a simple vista. ¿Qué clase de persona era Gabriel que se creía capaz de convertirme en el mejor guerrero?, ¿Y por qué? Era inútil hacerse esas preguntas, debía centrarme en saber quién era y de pronto deparé en que, aunque consiguiese recuperar la memoria en medio del entrenamiento tendría que seguir hasta el final y que por eso Gabriel me dijo que no podía abandonar. Estaba atado de pies y manos, aunque intentase volver no podría porque había hecho una promesa. No sabría decir si Gabriel era un genio, pero algo se traía entre manos.

  En fin, sea lo que sea, este es el comienzo de una nueva vida.

Sin Crimen Ni Castigo II


Sin Crimen Ni Castigo II

Dogs llegó al laboratorio hecho una fiera, sólo quería olvidar el mal rato que había pasado esta mañana, intentando hacer entrar en razón a su jefe. Debió darse cuenta de que era imposible y también debía haberse dado por vencido hace mucho, su puesto de trabajo había peligrado innumerables veces. Sólo en esos momentos, Dogs se alegraba de tener unos compañeros incompetentes.
Aquello que llamaban laboratorio ni siquiera era un laboratorio propiamente dicho, más bien se trataba de una especie de oficina. Compartían el edificio con unos inmigrantes ilegales que traficaban cocaína y les concedían el beneplácito de la confidencialidad a cambio de que les pasaran un poco de mierda para librarse de la tensión del trabajo. Por lo que su “gran laboratorio” se encontraba en un piso de ocho plantas, en el que sólo podían usar las tres últimas. En la sexta planta se encontraba el laboratorio forense. Hacía rato que Dogs se había ido de la escena del crimen y el cuerpo de la víctima ya estaba en manos del doctor Lasaña, un excéntrico carnicero que se había cansado de cortar carne en una charcutería y se sacó la titulación de forense en la tómbola para poder cortar carne humana. Además de psicópata, era tan necio como todos los demás. Un necio loco. Cabe decir que a Dogs no le gustaba, pero tenía que verlo.
Al entrar en el modesto laboratorio, en el que apenas cabían dos personas, sumando el instrumental y los maniquís de Lasaña que, más que para servir en sus investigaciones, los utilizaba para su extraño fetiche, mejor no preguntarse de que se trataba, sólo digamos que Dogs se estremecía cada vez que recordaba una mancha blancuzca en los labios de uno de los maniquís. Vio al joven doctor con esos ojos de maníaco que tenía cada vez que cortaba algo, dando machetazos a la carne de la víctima con una potente obra de Wagner sonando de fondo que describía la furia de unas valkirias del mismo modo que describía la locura de aquel hombre, que hacía oscilar su machete sobre la carne al ritmo del compás ejecutando una siniestra y macabra danza. Si se tratase de un pintor dibujando trazos en un lienzo en blanco, entonces, tal vez sería bello. Lasaña intensificaba a cada golpe su danza, incluso empezó a reírse como un maníaco ejecutando sus oscuros movimientos con aún más gracia. Dogs tuvo que tocarle el hombro para que parase, sin embargo, el hombre siguió durante un rato, bajando la intensidad de sus cortes con el mismo efecto con el que uno baja el volumen de la música, puso un dedo en el aparato reproductor y paró.
-¿Quiere algo, agente Dogs?
A Dogs le dio escalofríos la forma en la que respondió, totalmente educada, como si no le hubiese visto hace unos instantes actuar como un loco en un manicomio, además, mientras le preguntaba, se limpiaba la sangre como una asistenta se quita el polvo después de limpiar una casa entera, como si todo aquello fuese lo más natural del mundo.
-¿Qué tiene Lasaña? –Preguntó tratando de aparentar normalidad.
-Pues… a parte de un resfriado de tres pares de cojones, un BMW en el aparcamiento y un chicle en la chaqueta, nada, ¿Por?
Dogs tuvo que esforzarse para no darle un puñetazo en su sonrisa burlona.
-Me refería al caso, pedazo de idiota. La víctima.
-Ahhh, claro, claro. –Lasaña se quedó reflexionando un rato e investigó el cuerpo de nuevo como si se hubiera olvidado de algo, luego volvió la mirada a Dogs y se encogió de hombros. –Pues parece que está muerto.
-Las evidencias… ¡Por amor de Dios! –Gritó Dogs a punto de perder la compostura.
-Ah, sí… Un segundo.
Lasaña hurgó en una estantería repleta de instrumental quirúrgico, escogió unas bolsas de plástico con una etiqueta amarilla pegada que reflejaba un número, Dogs no podía creer que Lasañana hubiese hecho algo con un mínimo de profesionalidad. El forense dejó las bolsas en la mesa salvo la que llevaba el número uno, que se la mostró a Dogs.
-Evidencia número uno. Esta es mi favorita. –Proclamó con entusiasmo. –La verdad es que el uno me salió muy bien ¿Ve como no hay ningún rayajo, qué está perfectamente dibujado, con una perfecta simetría? Me da vergüenza admitirlo, pero creo que es una obra de arte.
-¿Me disculpas un momento Lasaña? Voy a por un café. –Le interrumpió Dogs antes de estallar en erupción cual volcán. Realmente, debía ir por ese café si no quería acabar matando a Lasaña. Subió a la última planta, introdujo una moneda en la máquina y le sirvió el ardiente brebaje en el vaso tras esto, fue de vuelta con Lasaña. Al volver contempló decepcionado que seguía observando la bolsa con el número uno, besándola como si fuese su hijo después de ganar un concurso. Tal vez cuando estuviera solo, le haría a esa bolsa algo parecido a lo que hacía con sus maniquís. Dogs no quería saberlo, era demasiado espeluznante hasta para imaginarlo.
Bebió un sorbo de su café. ¡Dios sabía a rayos!
-¡Dios!, ¡Esta mierda parece agua de fregar! –Dijo Dogs enojado lanzando el vaso con el resto del contenido a al contenedor de basura.
-No parece agua de fregar, es agua de fregar, ¿Pero tú te crees que tenemos dinero para pagar café de verdad? –Le reprochó Lasaña en el mismo tono que se reprocha a un niño que ha hecho algo malo y que no se ha dado cuenta del mal que ha cometido. Por supuesto, Dogs se enfado aún más. Las arterias de su sien calva, parecían a punto de estallar en cualquier momento.
-¿Quién era nuestra víctima Lasaña?
-Una persona.
-¡Digo que como se llamaba, idiota!
-¡Sin insultar hombre!, tómate una tila o algo… -Le contestó Lasaña en un tono que intento ser lo más apaciguador posible. –No sé cómo se llamaba hombre, no se lo he preguntado, ¿No ves que está muerto?
Dogs hizo oídos sordos de la última contestación y se acercó al muerto, sin guantes, para evitar más reproches por el día de hoy. Había decidido que a partir de ahora aceptaría las locuras de sus compañeros, ya que era el único modo de no volverse loco el también. Sacó del bolsillo de la chaqueta de la víctima una cartera negra, dentro estaba su identificación. Isaac Petrov y su respectiva foto.
-Ese no es su nombre. –Dijo Lasaña al ver la foto. –El jefe dijo que era un tal Robert Stillson.
-¿No decías que no sabías quién era la víctima? –Preguntó Dogs en tono desdeñoso.
-Me acabo de acordar… -Se disculpó Lasaña pasándose la mano derecha por la cabeza.
-Robert era el hombre que estaba junto a la víctima cuando llegamos. ¿Entonces me estás diciendo, que el asesino es la víctima y la víctima el asesino?
Lasaña se encogió de hombros.
-¿Has hecho una prueba de sangre?
-Claro.
-¿Cuál fue el resultado?
-Bien. La sangre era roja y abundante, además, cuando la deje un rato al sol se solidificó.
-No sabía que podías usar términos como solidificar. –Se río Dogs.
-Hombre, que a uno no le han regalado el título de forense… bueno en realidad sí. –Comentó con una risotada. ¿Algo más?
-Sí, ¿Qué te dicen los huesos?
-Son blancos, por lo que diría que el hombre no es de raza negra.
-¿En qué te basas para decir eso? –Preguntó Dogs perplejo.
-Hombre, los negros no tienen los huesos blancos. –Respondió como si fuese lo más elemental del mundo.
Ahí estaba, la razón por la que Dogs jamás sería capaz de disimular ser como los demás, eran demasiado idiotas, pero debía intentarlo para dejar de llevarse tantos reproche. Luego en casa podría dar un puñetazo contra la pared, romper un par de platos y salir al balcón y gritar. La vida con esta gente, era más absurda que una película de Almodóvar. Tal vez le darían un Óscar por la mejor actuación, pero sin duda no podía evitar que las situaciones fuesen absurdas y aburridas.
-Bueno Lasaña, creo que esto es todo, habrá que analizar más pruebas antes de llegar a una conclusión. –A la que jamás llegarían se dijo al mismo tiempo. –Voy a ver si puedo beber un café de verdad.
-Ha sido un placer hacer negocios con usted Dogs, que le sea leve. –En su rostro se dibujaba de nuevo esa sonrisa maníaca, pulsó nuevamente el play siguió ejecutando su interrumpida danza como si nada hubiera pasado.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Sin Crimen Ni Castigo

Sin Crimen ni Castigo

  El hombre, vestido con un traje negro bañado en luces de neón, se deslizaba sigiloso como una orquesta musical, como debía ser, bajo la tierna luz del sol, en plena hora punta. El hombre entró rompiendo la ventana violentamente y penetró por la grandísima estancia pisando todos los cristales que le fue posible.

  Mientras, el inquilino dormía plácidamente y fue despertado por el ruido. Seguramente, sería una pelea de viejas con rodillos de pan, algo muy común en ese barrio, nada de que preocuparse. Aquellas malditas abuelas tenían en jaque a todas las bandas y eran las principales comerciantes de alcohol sanitario, aspirinas y bolsos con florecitas, ¡Qué caros eran esos malditos bolsos!, se notaba que tenían mucho éxito entre las otras bandas.

  La casa del hombre parecía la de un gigante, todo estaba muy desproporcionado, es decir. La encimera era una encimera normal como cualquier otra, con su respectivo dibujo de Justin Bieber desnudo, una encimera de lo más normal en una casa normal, que tiene el retrete justo al lado del sofá, como en todo buen hogar dicta. Lo raro era la distancia, poco más de dos metros y medio, cuando todo el mundo sabe que lo normal en una casa es que haya un mínimo de diez metros de altura. El individuo que viviese allí debía ser sumamente extraño, pues además del techo, era un ser ruin y deleznable que usaba posa vasos, ¿Qué clase de monstruo era capaz de hacer algo semejante? Sin duda ahora estaba mas convencido de que su muerte no sería llorada por nadie.

  El dueño salió ojeroso de la habitación, se restregó los ojos incrédulo y vio al hombre del traje negro con luces de neón... ¡Gracias a Dios que iba de negro, si no con las luces a ver quién era el listo que le hubiera visto!

  -¿Qué haces? -Preguntó el dueño.

  -¿Me ha visto? -Respondió el acechador incrédulo.

  -Tu traje negro te delata.

  -¡Qué fastidio! -Se exaltó enojado. -Ya decía yo que tenía que haber venido de blanco, habría sido mucho menos cantoso.

  -Le reconozco que lo de las luces ha sido muy buen ardiz. ¿A qué a venido?

  -A matarle. -Se produjo un silencio un tanto incómodo, el dueño de la casa, Robert Stillson se paso la mano despeinando aún más su descuidado cabello en señal de duda.

  -¿Desea tomar algo? -Le ofreció. -Al menos que no mate con la boca seca hombre de Dios.

  -Tiene razón. Si voy a matar por lo menos que no esté deshidratado, acepto su oferta Robert.

  -¿Cómo sabe mi nombre?

  -Yo no soy de esos asesinos cutres que investigan a su víctima antes de matarla, lo he visto en el buzón, que si no de que, ¿Por quién me ha tomado? -Dijo el hombre ofendido.

  -Disculpe hombre, en estos tiempos es muy difícil encontrar un asesino de los buenos, se nota a la legua que usted es uno de ellos. -Halagó Robert. -Tome asiento.

  Ambos se sentaron en el sofá como si fuesen viejos amigos, charlaron durante un largo rato, pasaron minutos, horas, tal vez días y meses... Quién sabe, pero sin duda nació una bella amistad.

  -...Y así fue como conseguí que mi mujer comprase una alfombra de poliéster. -Dijo Robert concluyendo su emocionante relato de alfombras que resultaron ser de poliéster en lugar de lana.

  -Un momento. -Le interrumpió el asesino con gesto enfadado. -No me extraña que te dejase tu mujer tío, ¡Mira que comprar una alfombra de Poliéster cuando esta más que claro que a esta casa le viene mejor una alfombra de lana! Es un crimen peor que los que cometo yo. -Sentenció dando un contundente golpe en la mesa.

  -¿Sabes qué? Para ser un asesino no tienes ni puta idea de decoración, ¿Cómo va a quedar mejor una alfombra de lana energúmeno?, ¿No sabes que se manchan enseguida? -Argumentó Robert. La cosa se puso tensa por momentos.

  -¡Tú si que no tienes ni idea imbécil!, ¡Encima con tu encimera de Justin Bieber cuando todos sabemos que Los Jonas Brothers están más buenos y son mejores! -Dijo levantándose enfurecido.

  -¡Eso si que no lo pienso aceptar! -El inquilino se precipitó a darle un puñetazo en la mandíbula, al asesino le saltaron varios dientes.

  Lluvia de dientes, por todas partes. Esta noche el ratoncito Pérez podría abrir su propia empresa y tener el monopoilio del mercado dental y conquistar el mundo con la cantidad de dientes que estaban saltando. Por fortuna, el ratoncito murió de radiación al recoger los dientes de un japonés que trabajaba en Fukushima, así que esa noche no dominaría el mundo un ratón, tal vez sólo las viejas con rodillo.

  El hombre del traje de neón sacó su cuchillo, menos mal que fue previsor de comprarlo en los chinos antes de ir allí. Robert trató de apartar el cuchillo de su pecho, le estaba ganando en fuerza ya que él estaba encima... más que un asesinato parecía una escena de porno gay y el cuchillo una especie de fetiche sexual, incluso Robert parecía tener cara de placer debido al esfuerzo... estaba tan mono que al asesino le costó aún más hacer fuerza, pero consiguió al menos voltearse, esta vez cerró los ojos para evitar encontrarse con los de su víctima, eso le costó caro, pues cuando abrió sus ojos encontró el cuchillo clavado con la punta doblada en la alfombra, el asesino pensó que debía haber traído un patito de goma. Por fin consiguió...espera, ¿Besarle? Eso no estaba en el guión, pero bueno, se ve que a Robert le impresionó tanto que se murió por el shock causado, para que veas que cosas tiene la vida.

  Después el asesino dejó su firma... y su nombre, dirección, número de teléfono, correo electrónico, una muestra de orina, sangre, un par de pajas por allí, un par de heces  por allá... una obra maestra sin duda. Intentó destruir la encimera de Justin Bieber, pero entonces se dio cuenta de que Robert tenía razón con ella, la verdad es que Justin era muy sexy, pero lo de la alfombra si que era aborrecible, que pena, la verdad es que le estaba empezando a caer bien.

  A la siguiente mañana llegó el equipo forense y la policía, acordonaron la zona, con lazo de lo más bonito, ni aunque se hubiesen atado las zapatillas cien veces les habría quedado tan bien. Cuatro investigadores entraron en fila horizontal, como lo hicieron para pasar así por la puerta aún es un misterio. A la izquierda del todo, la hombre del grupo, Guadulpe, por alguna razón en ella sonaba como el nombre de una prostituta barata, a pesar de que tenía más barba que Ghandi después de la huelga de hambre, un varonil vestido rojo de florecitas blancas, sí, como las bailadoras de flamenco, incluso llevaba los mismos aros enormes que se suelen poner en las orejas. Guadalupe era una firme seguidora del flamenco y de Lola Flores, pero eso no era lo peor, lo peor era que se duchaba en el vestuario de hombres y, a pesar de ser una mujer, daba más asco que cualquier otro hombre y encima dejaba más vello corporal en el desagüe que un oso en celo. Argantonio, justo a su derecha, una mezcla de comunista nazi e independentista, sus ideas eran más confusas que una tarde de sálvame deluxe con coherencia. Si lo normal era decir "Te falta un tornillo" con él se podría decir que sólo tenía un tornillo y lo que le faltaba era la maquinaria entera. Llevaba un traje de militar, bigote y una cabeza casi calva que trataba de tapar con una gorra a la que le faltaba la parte de arriba. A pesar de sus ideales, su bigote la hacía parecer el típico cachas bigotudo con ojos azules de nena que ligaba en las fraguas con los demás obreros cachas y afeminados. En realidad era gay, y en parte no lo era. Su condición sexual estaba menos clara que la niebla que nos describía Stephen King, de hecho, tal vez algún día saliese un monstruo de su condición sexual... a saber.
Seguidos, el jefe del equipo, Manolo Escoba, un tío gordo, feo de cabeza enormemente redonda y de ojos pequeños, aunque su nariz era superlativa como la que describía Quevedo en su poema. Papada y bueno... mejor no entrar en más detalles descriptivos antes de que vomitemos. El siguiente era Dogs, supongo que alguien que se ganó el título de forma legal y no en la tómbola del barrio como todos los demás, ya que era normal, lo único descatable, era el negro y como tal, tenía que currar como esclavo. Ya saben, gobierno de España. Un cerebro en un mundo de descerebrados, o para ellos, sería un descerebrado en un mundo de normales, tomenlo como quieran tomarlo.

  -¿Lleváis los guantes puestos? -Preguntó Manolo.

  -¡Ya sabe que no jefe!, ¡Por Dios!, ¿Cree que somos idiotas? -Protestó Argantonio.

  -¡Jefe!, ¡Dogs se ha puesto los guantes!

  -¡Dogs!, Por Dios, quítese los guantes. En toda escena del crimen hay que dejar el mayor número de huellas posibles -Le ordenó Manolo con autoridad. Dogs se quitó los guantes lanzando una última mirada asesina a Guadalupe.

  -Zorra. -Murmulló al tiempo que Guadalupe le sacaba la lengua.

  Llegaron a donde estaba el cuerpo tendido, Robert estaba a su lado, velándolo.

  -Han tardado mucho... bien hecho agentes, pero procuren tardar un poco menos, que ya casi estaba a punto de irme.

  -Lo siento. -Se disculpó Manolo. -¿Le ha matado usted?

  -¡Si claro!, A ver si cogen pronto al cabrón que le ha hecho esto.

  -Cuente con ello, hombre. ¿Ya ha terminado?

  -Pues sí, creo que está bastante muerto.

  -Entonces que tenga un buen día.

  -Que tengan ustedes un buen día. -Robert le estrechó la mano a Manolo y se fue.

  Dogs contempló la escena confuso y no tardó en irritarse, Manolo, que ya se esperaba su sobre salto le miró como queriendo decir "¿Qué tripa se te ha roto ahora?" con el ceño fruncido, esperando la respuesta del subordinado, que siempre andaba fastidiando.

  -Se delatado a sí mismo como el asesino, ¿Por qué no le ha atrapado? -La misma cantinela de siempre.

  -Dogs, así no trabajamos, ¡Primero hay que eliminar todas las pruebas hombre de dios!

  -¡Qué dice! ¿No se supone que trabajamos para atrapar asesinos?

  -¡Claro que sí, pero los asesinos no se atrapan solos! ¡Hay que ponerse en su piel y los asesinos no se ponen guantes cuando van a matar ni tampoco se delatan a si mismos hombres!, ¡Ese sería su jardinero o su hermano!, a saber... -Dogs se estampó la mano en la frente ante la frustración que sentía.

  -¡Pero se ha confesado!, ¡Por amor de Dios!, ¡Y mire alrededor!, ¡Lo ha dejado todo lleno de huellas y estaba aquí cuando hemos llegado! -Dijo señalando algunas de las numerosas evidencias. -¿Qué más necesita?, ¿Un cartel luminoso que diga quién es el asesino?

  -hmm...-Manolo razonó durante unos segundos que se hicieron eternos. -...Pues lo del cartel no estaría mal... -Fantaseó con la imagen en su mente a lo que Dogs volvió a estrellarse la mano en la frente.

  -¿Quieren callarse de una maldita vez? -Gritó la víctima enfadada. -¡Qué algunos intentamos morirnos!

  ¡BLAM! -¡Cállate cabrón! -Chilló Dogs enfurecido y disparando entre ceja y ceja.

  -¡Coño!, ¡Gran trabajo Dogs! -Comentaron al unísono Argantonio y Guadalupe.

  Dogs se marchó por la puerta echo una furia y lanzando maldiciones, seguramente contra Manolo. Algún día causará algún grave problema, pero bueno, dentro de los males que había no era de lo peor. Había gente que iba por la vida sin cometer asesinatos. Esa gente era de lo peor, así no había trabajo para gente como Manolo, que era un profesional en dejar suelto a los asesinos para que matasen más gente, una política digna de toda la brigada del CSI (Capullos Sosos e Imbéciles) que velaban por la continuidad del crimen no organizado.

  -Bueno chicos, llevaos el cuerpo, yo y Guadalupe nos quedamos para llevarnos las pruebas. Tu Argantonio ve al laboratorio a limpiar las probetas, que están muy sucias, llevamos mucho sin usarlas, tenemos que aparentar que por lo menos resolvemos crímenes.

  -¡Nain! -Protestó él.

  -¡Pues tu puta madre vestida de bombero nazi en motocicleta como no vayas desgraciado!

  -¡Sí, Main Fhürer!

Ahora sé lo que me falta

Muchas veces me he quejado de mis escritos, de que me faltaba algo, y que no sabía que era. Esta noche, gracias a una amiga, he descubierto de que se trata. Naturalidad. Soy un ser artificial.

La verdad, eso responde muchos interrogantes sobre mí, el porque a la gente le cuesta tener confianza en mí, porque soy tan poco sociable y tan frío, y es que soy artificial, como si tuviese sentimientos de mentira. He de confesar que, a veces no siento nada, estoy vacío y pensaba que escribir llenaba un poco ese hueco y lo sigo creyendo, tal vez me falta experiencia... pero escribiendo uno se desnuda en alma, se muestra como verdaderamente es y yo soy artificial. Soy como demasiada mantequilla en el pan y confieso que tengo miedo, no sé que hacer... no siento nada salvo miedo, porque no sé como debo expresarme, no sé que sentir, no sé nada de nada... ¿Por qué tengo que ser así? No lo sé.

Creo que tengo algo verdadero, mis amigos, aunque sean sólo dos o tres, pero a parte de eso, ¿Qué tengo? Una familia, una familia que no me pregunta a donde voy, ni que hago, ni que es lo que siento... una familia que sólo se molesta en darme de comer. Vació, sólo vacío.

Quiero seguir escribiendo, quiero sentir que hago algo con mi vida, porque parece que todo lo que intento es inútil, porque no sé lo que me interesa, no sé si a alguien le intereso. Y desde luego, a nadie le interesa lo que a mí me interesa, porque no me interesa nada en particular, ¿Dinero? Sólo quiero el suficiente para sobrevivir, ¿Amigos? Así no me siento sólo, creo que es lo único por lo que siento algo y, al mismo tiempo es algo que también me frustra, porque me pregunto si ellos sienten algo por mí, ¿Fama? He de reconocer que sienta bien que hablen de ti, pero me siento como Squall de Final Fantasy VIII, no quiero que nadie hable de mí en pasado, no me interesa salir en la prensa y que absolutamente todo el mundo me conozca y esté pendiente de mí, sólo quiero ser famoso para la gente que importa para los demás, me la trae floja. Soy amigo, enemigo o bien desconocido, no hay más que objetar, ¿Poder? No me interesa algo que sólo corrompe, sólo quiero una vida normal.

Tal vez sea un sueño estúpido, pero lo único que pido es una vida normal, tal vez no sea tan feliz como esperaba, pero eso es lo único que quiero, sentir que valgo para algo porque me veo, como una pieza defectuosa destinada a no caber en este puzzle que es el mundo.

Sociedad... a veces ni siquiera estoy seguro de lo que significa eso, hay veces que pienso que todos son simplemente unos idiotas, unas marionetas manipuladas por un titiritero, todos manipulados salvo yo. No digo que yo sea la verdad absoluta ni nada por el estilo, pues eso es muy egoísta sólo pretendo decir, que a veces el mundo me parece una gran sarta de mentiras y que gana el que mejor interpreta su papel. Tal vez no siempre sea así, pero muchas veces es así.

Como dije una vez, el mundo es cuadrado, lleno de ángulos y nosotros caminamos pensando que es redondo, que nada nos puede interceptar, pero no hacemos más que darnos con sus esquinas, una y otra vez. Es irónico, sarcástico, triste, casi de humor negro.

Supongo que sólo soy un idiota más que trata de buscarle un sentido a la vida, pero no sabría decir si es que estoy cansado de buscarlo, o que simplemente, sé que no no hay sentido y eso me frustra. No sé porque a veces todo me da asco pero al mismo tiempo no quiero que nade paré... no sé, es todo una continua paradoja. Trató que el mundo deje de girar, pero sigue girando. Tengo miedo de morirme, tengo miedo de que esto se acabe, aunque no sea real, supongo que es lo único que tengo y no me importa si es falso, o si no tiene lógica, sólo sé que quiero seguir aquí y que por eso trato desesperadamente de encajar. Lo siento, soy un pésimo actor, no puedo engañar a nadie, por eso os cuento esto.

En fin, espero que consiga encontrar el método de encajar en este puzzle del mundo, en esta sociedad, aunque no quiero ser una marioneta, pero por lo menos aparentaré que llevo los hilos como todos los demás.

Quiero ser algo más que una cáscara vacía, sólo quiero, sentir lo más cercano a eso que llaman felicidad. Espero que no sea imposible. Saludos.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Un suspiro

A veces siento como la brisa azota mi cabello en una rebelde armonía de sosiego. Siento el aroma de la prisión del invierno, cortando mis alas de libertad, oprimiendo mis deseos.

Me veo hueco, vacío, desnudo ante la mirada acusadora de miles de ojos ante un destino inesperado, de un aire tan gélido que es capaz de congelar el mismísimo infierno. Me siento aterrado ante un futuro tan incierto, hacia una lista de promesas que se desvanecen con el viento, la misma brisa que me prometía la dulce miel de la libertad, aquella que no he sentido durante tanto tiempo.

Desesperado, trato de buscar una nueva luz. Una nueva esperanza que no esté construida bajo los cimientos del miedo. Una luz que no se apagué y no mitigue su presencia en mi apagado corazón.

Ganas de vivir sin morir cada día, tormentas que no cesan en un mundo que no las contempla. La destrucción que todos tenemos, es la misma que guardo dentro. No entiendo nada sobre luz y esperanza, no veo las promesas que al mundo levantan. Sólo veo cristales rotos, oscuridad y llanto sobre llanto, la auténtica promesa de que el mundo no tiene sentido y está corrompido por los mismos que lo protegen.

Sólo quiero despertar y salir de este tormento, de encontrar algo verdadero y no dejar que mi luz se apague. Sólo quiero esforzarme y sentir que valgo para iluminar un poco un mundo que ya está oscuro y, si algún día ese mundo vuelve a la luz, saber que yo ayudé a recomponerlo.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Dark Chronicles III

Dark Chronicles

III

Una noche de Relax

  Un mes casi sin saciar el apetito sexual, demasiado para Travis. Un hombre de cuerpo de gigoló, pelo rubio, ojos azules y musculoso. Alto, guapo... sólo le faltaba algo a su infalible fórmula y era, sencillamente, que tenía el cuerpo de hércules y la misma capacidad reflexiva de una piedra, pero ya se sabe, cuando se va a ligar a una disco no hace falta presentar una licenciatura de Hardvard precisamente, lo idóneo es tener un bronceado cuerpo musculoso, mostrar un poco de tu torso, y dejar que las más furcias vengan a por ti. Sin duda era eso lo que Travis tenía.

  Por lo general, Travis no solía durar con una chica más de una noche. Su especialidad era follárselas y olvidarse de ellas, no mantenerlas. Travis era esa clase de hombres que pensaba en las mujeres como un objeto para pasar un buen rato, algo de usar y tirar, no muy distintas a los condones o a los pañuelos. Tenían su función específica: Dar placer a los hombres como él, y aquella que no lo hacía, era simplemente una estúpida. Por lo general, las mujeres que se agenciaban veían a los hombres de la misma manera que él las veía a ellas, un simple pasatiempo para refrescar su ardiente fragua.

Aquella noche, Travis acudió a una nueva discoteca abierta en la ciudad, tenían la mejor música House del momento, temas actuales y DJ's de alta fama muy profesionales en su campo. Este tipo de discotecas de lujo no suelen estar al alcance de la mano de cualquiera, pero Travis no era un cualquiera. Un gilipollas de su nivel se podía permitir a ese tipo de eventos gracias a ser un niño mimado de una familia rica. Su padre era un empresario de renombre, dueño de la industria tecnológica más importante del momento. Un sólo dolar en bolsa invertido en su empresa solía suponer una bañera repleta de dólares como resultado. Y su madre no se quedaba atrás, era una diseñadora de marca. Ella había sido la mano encargada de tejer algunos de algunos de los modelos para Noire en pasarelas tan importantes como la Cibeles o la de Berlín.

  En cuanto a Travis... desde luego no había salido a los padres y, como nunca pudo ser un as en en los estudios, que abandonó incluso antes de la secundaria, gracias a su aspecto trabajaba de modelo masculino para algunas firmas, incluso en alguna ocasión ayudó a su madre en algunos de sus proyectos de ropa de hombre, siendo él la imagen de la marca. Además, también se ganaba algún dinero como fisiocultirísta, gracias a sus intensivas horas de gimnasio y hormonas. No tenía problema para vivir como un playboy y como el niño mimado que era. Un reflejo más lo injusto que es el mundo algunas veces, de como alguien que no ha dado un palo al agua ganaba millones sólo por tener un cuerpazo. Y era por eso por lo que ligaba, por lo que cada noche prácticamente, había una nueva y sensual mujer en su cama y no por otra cosa. Nunca tendría una relación estable, ni falta que le hacía. Algo que nadie sabía, Travis se dedicaba en secreto al mundo del porno también, al fin y al cabo, eso también le servía para mojar el churro y además le pagaban por ello una importante suma que podría gastarse en drogas, coches lujosos y demás despilfarros inútiles.

  Travis, que seguía su estrategia de todas las noches, de esperar sencillamente a que una mujer se acercarse a él, estaba sentado precisamente a la espera. Luego, como era costumbre, la invitaría a tomarse una copa, a reír sus chistes y hacerle preguntas de las cuáles, bien poco le importaba la respuesta, pero necesarias para llevar a cabo su conquista con mayor rapidez. A pesar de que era una de las personas más desagradables que se podía llegar a conocer, y ser más tonto que una piedra, en estas cosas se mostraba muy astuto, quizá lo único en lo que era astuto.

  Su táctica no tardó en dar resultado. Una sensual mujer encajada a un vestido o un vestido encajado a una mujer, depende de como se viese, se acercó de forma precipitada, con unos andares poco gráciles, pero la pájara estaba buena, muy buena. Pelo moreno y rizado, con bellos bucles que parecían infinitos, dulce y suave aroma que resultaba un tanto afrodisíaco, unas piernas de infarto movidas con poca elegancia debido a la torpeza de la mujer con los tacones, gran escote, relucientes y excitantes ojos verdes que parecían hablar por sí solos y gritar "fóllame", sonrisa de dientes perfectos que relucían como diamantes resguardados por unos labios teñidos de pintalabios color carmesí.

  -¿Te apetece divertirte un rato, guapo? -Dijo directamente. Travis agarró de inmediato su cintura y dijo:

  -¡Claro que sí! -Dicho el comentario palmeó con firmeza el trasero.

  Llegaron a un Motel de mala muerte, por alguna razón, a Travis le excitaba la idea de tirarse a sus ligues en un lugar sucio, deprimente y lleno de cucarachas. A las tías muchas veces les daba igual con tal de enfriarse su horno o con tal de que se les diese una pequeña suma o se les comprase un regalo. Qué fáciles son las mujeres. Esta, en cambio, no puso ninguna pega. Tanto mejor.

  Ambos empezaron a besarse, la chica comenzó a sisear con la mano por el cuerpo de Travios, hasta encontrarse con su endurecido y fálico amigo.

  -¡Que polla tan grande tienes! -Exclamó impresionada.

  -Es para follarte mejor. -Añadió el hombre orgulloso.

  La mujer empleó sus habilidades lingüísticas en el pene de Travis, mientras él gemía y gemía. De pronto se detuvo súbitamente, algo no iba bien. Sintió un dolor agudo ahí abajo, casi insoportable. Travis lanzó un espantoso alarido de dolor, cayó al suelo. La mujer devoró encima suya, con gran satisfacción, el miembro arrancado, como si se tratase de una salchicha.

  -¿Qué porque la tienes tan grande!, ¡Para que me llene mejor la tripa! -Dijo con una lasciva sonrisa.

  -¿Quién eres?

  -Aquella que se venga de la escoria como tú, que trata a las mujeres como si fuesen objetos, aquella que vaga la noche y vive bajo la penumbra, amante de las sombras. No soy nadie, y al mismo tiempo, soy todas aquellas mujeres de las que he abusado.

  -¡Yo no abusé! -Gimió Travis, esto provocó que la mujer le clavase sus afiladas uñas en el torso. -¡Ellas se acostaban conmigo porque ellas querían!

  -¡Oh, que mono! -Su risa sarcástica invadió toda la habitación. -¿De verdad te crees inocente?, ¿Tan ciego estabas? Ahora lo verás. -Posó la yema de sus dedos en la frente.

  En la cabeza de Travis vio como las mujeres que se creía ligar, que se acostaba con ellas por mutuo placer, en realidad habían sido violadas por él, y no sólo violadas... ahora que lo pensaba, nunca había vuelto a ver a ninguna, a pesar de que frecuentaba siempre los mismos sitios. Al principio le pareció lógico, ¿Quién se fija en una chica que no piensa volver a tirarse? Era un auténtico carnicero, alguna parte de él trataba de hacérselo olvidar, por algún motivo. Tal vez sentía algo de algún tipo de remordimiento interno, una especie de doble personalidad. Un asesino por un lado y un hombre normal, asustado por la presencia del asesino que intentaba huir de su presencia bloqueando recuerdos.

  La mujer le mató en una macabra danza que parecía no tener fin. Travis sufrió mucho, no entraremos en detalles en las horribles mutilaciones y torturas por las que pasó antes de morirse, la víctima deseaba la muerte a cada segundo con más intensidad y, cuando por fin le fue concedida, sintió una paz desconocida, iba a dejar aquél mundo sin sentido.

  La policía llegó liderada por el investigador mundialmente afamado, Lightning. Un chico superdotado que poseía unos poderes de intuición extraordinarios. Nada más llegar reconoció el caso. No era la primera vez que se topaba con ello.

  -Parece que "El justiciero" ha vuelto a las andadas.

  Con su habitual frialdad, comprobó meticulosamente toda la sala, equipado con guantes y equipo especializado para no dejar huellas ni dañar ninguna prueba, aunque de poco iba a servir, no encontrarían nada... al menos nada que pudiesen seguir. Con desgana se dirigió al resto del equipo de investigación que trataba en vano de encontrar alguna prueba.

  -No hay nada que hacer. -Dijo en un tono sombrío. -Lo que seguimos no es humano, esto no es de mi competencia. Que llamen a Trouble.

  -Si, señor. -Contestó un investigador al fondo.

  Un monstruo que impartía justicia, eso era algo que no se veía todos los días, en el fondo Lightning estaba de acuerdo con lo que aquella cosa hacía, ya que se había enterado de los asesinatos producidos por Travis, aunque había algo que no le convencía, y era matar. Había que reconocer, que nadie echaría de menos a un cabrón de la talla de Travis, pero matando no se demostraba ser mejor que aquellos a los que matas... es una cuestión moral.

  -Algún día te atraparé. -Y con esto dicho se cerró esta historia, nuevas historias vendrían muy pronto.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Saga Nuevo Mundo

Hola seguidores del blog, lamento haberos esperar, pero va a merecer la pena. Mi ausencia se debe a que estaba pensando en como seguir con el blog, ya que finalmente, me estoy dedicando de pleno a escribir.

Estoy en proyecto de una novela y bueno, eso me absorbe bastante y me preguntaba que seguir poniendo en el blog. A parte de intentar retomar las Dark Chronicles he pensado en esta saga, si la leéis pronto descubriréis de que va. Aquí va mi primer capítulo, espero que os guste.

Nuevo Mundo

1

  ¿Alguna vez os habéis levantado con ese inocente deseo de que se acabe el mundo?, ¿Esa amarga sensación de que tu vida no tiene sentido y que deseas que todo lo de tu alrededor se pudra? Nathan se levantó con esos pensamientos en mente que, inocentemente, todos hemos tenido alguna vez. Suelen desaparecer al momento, te tomas un par de copas con los compañeros del trabajo, sales de fiesta con tus amigos y al regreso haces el amor con tu ligue de una noche. ¿A quién no le ha pasado eso?

  Esos pensamientos no es más que una forma olvidar una mala noche, una discusión tu pareja, una pelea con tus amigos, o, simplemente, que nada en tu día ha salido como lo planeaste. Nathan se había peleado con Amanda, su mujer. Por nada importante, lo típico de siempre, que si el futuro de sus hijos, que a ver cuando conseguía ese ascenso del que llevaba hablando meses... Nathan se puso tan nervioso que, sin darse cuenta de ello, su manó abofeteó severamente le cara de Amanda. Había pasado un año desde aquello y siempre que se acordaba de aquella noche le perseguía aquella amarga sensación de desear que el mundo se fuera al garete.

  Nathan contempló su rostro ojeroso en el espejo, se quitó las legañas e hizo un par de pasadas con el cepillo para que pareciese que su enmarañado pelo castaño no estaba tan enmarañado como aparentaba. Tras un largo bostezo que parecía interminable, Nathan se limpió la cara perezosamente, contempló sus ojos marrones y decidió que ya era hora de irse.

  Debía ir a al aeropuerto a llevarse a los críos. No le hacía mucha gracia, pero confiaba en que la compañía de sus hijos le aliviase el infierno que vivía desde su separación con Amanda, además, desde que se separaron no los había vuelto a ver, ya que se los llevó con ella Boston y Nathan se quedó en Los Ángeles. Se preguntó como estaría ella después de todo un año. Se la imaginó igual y de pronto, empezó a preocuparle que ella le viese demasiado cambiado, ojeroso, flacucho y con la llama de sus ojos apagada, barba de tres días, sin trabajo...

  Nathan miró con añoranza la alianza en el anular de la mano izquierda, tras un suspiro subió al coche apoyando el café que había comprado en el Starbucks de enfrente de su casa en el posavasos del coche y tras el arranque, condujo en dirección al aeropuerto, trató de pensar alguna trivialidad por el camino, pero tenía la mente en blanco, cautiva por su infierno personal. Con un rápido gesto, inició su reproductor para poner en marcha la magia de Carlos Santana, notas desgarradoras para un corazón desgarrado. Muy ideal.

  Después de aparcar el coche, se dirigió a la puerta de embarque del aeropuerto, el avión de Bostón acababa de llegar ¡Justo a tiempo!, para fortuna de Nathan. Vio salir de la puerta de embarque a un par de niños, ¡Qué crecidos estaban ya! Justo detrás salió una voluptuosa figura de cabellos largos y rizados de un intenso dorado. Nathan estaba seguro que al acercarse tendría el mismo aroma a jazmín. Llevaba una sencilla blusa blanca ligeramente transparente, su guardapelo adornado por una flor plateada y una falda hasta las rodillas de color naranja. Sus ojos esmeraldas tardaron en encontrarse con los suyos, parecía asustada de encontrarse con un monstruo ¿Qué monstruo iban a ver en un hombre ojeroso y de aspecto abatido? Llevaba una camisa blanca que le quedaba ligeramente corta, amarillenta a causa de un mal uso de la lavadora y unos vaqueros con rotos en la rodilla que no eran causa de un último grito en la moda, sino de un excesivo uso y por último, una tímida sonrisa con la que trataba inútilmente de aparentar su humillación personal.

  Los niños fueron los primeros en ir hacia su padre, comenzaron a correr y saltaron a sus brazos. Por poco le arrollan, aunque se sintió aliviado de sentir algo de cariño después de tanto tiempo. El pequeño Hans había heredado la tez y los ojos oscuros de su padre, de un marrón intenso y el pelo moreno. En cambio, Sarah tenía la tez blanca y pura de su madre, salvo el pelo, que era moreno también, pero tenía los ojos verdes de Amanda. Nathan comprobó con satisfacción y algo de preocupación, que se estaba volviendo una muchacha muy hermosa, incluso ya había comenzado a desarrollar incipientes senos, con sólo 11 años, Hans era tan sólo un año menor. Como todos los críos de todas esas edades, se tiraban medio día peleándose y otro medio jugando juntos. Que suerte tenían de no tener preocupaciones.

  -¿Qué tal os va?, os he echado de menos. -Dijo Nathan sonriendo por vez primera en mucho tiempo.

  -Bien. Aunque la vida en Boston es aburrida. -Contestó Sarah, siempre Sarah. Hans era, si es que eso podía ser posible, aún más tímido que su padre, sólo cuando jugaban juntos se mostraba tal y como era, pero ahora parecía un tanto confuso, como si en lugar de su padre fuese un extraño. A Nathan no le extrañó que se sintiera así.

  Tras un largo rato del interrogatorio típico que hace un padre a sus hijos después de un año sin verles, Amanda por fin se acercó con mucha cautela, aunque de un modo no tan furtivo como parecía, en su hermoso rostro había dibujada una extraña sensación que Nathan no era capaz de identificar, pero no parecía asustada. Andaba ligeramente cabizbaja, como si le diese vergüenza estar allí.

  -Les has echado de menos, ¿Verdad? -Dijo con la voz entrecortada. Nathan no supo que responder, sentía vergüenza al mirarla, sentía vergüenza al acordarse de aquella noche en la que la pegó, aquella noche él fue el demonio que arrancó las alas a su ángel salvador.

  -Siento haberte separado de ellos. -Prosiguió. -Me han ofrecido un puesto importante en la rueda de prensa de Los Ángeles, voy a ser la coproductora de un programa de la tele.

  Nathan intentaba no escuchar, seguía esquivando su mirada, seguía rememorando aquella noche. Abrazó a sus dos hijos con la esperanza de que ese momento no pasara.

  -... eso significa que ahora viviré en Los Ángeles y ... -Tras una breve pausa, observó como Nathan seguía temeroso de mirarla, no pudo evitar irritarse. -¡Quieres mirarme a los ojos por lo menos!, ¡Escúchame maldita sea!

  Los niños se apartaron como una exhalación de los brazos de su padre y se alejaron un tanto del lugar, como si temiesen que en cualquier momento saliera un demonio en llamas del cuerpo de su madre. Por fin Nathan miró a los ojos a Amanda, su expresión se dulcificó, hasta tal punto que parecía que el arrebato de hace un momento no había tenido lugar, sus verdes ojos parecían los de un corderito, o como los ojos que miran a un perro cuando hacen bien lo que se les ordenan y están a punto de premiarles y luego se les acaricia el lomo y se les dice "buen chico".

  -Nathan, volvamos juntos. -Aquellas palabras atravesaron de lleno su corazón y le devolvieron de nuevo a la vida, sus pulsaciones parecían un coche de fórmula uno a toda velocidad. Se quedó escuchando el resto de lo que estaba diciendo con gran esfuerzo, aún asimilando la noticia.

  -Me pasé de rosca Nathan, te presioné demasiado, tú eres un buen hombre y he sido muy egoísta contigo. En el fondo me merecía esa bofetada, Nathan, la merecía... Siento haberte echo tanto daño, pero ahora que voy a tener un puesto importante en la ciudad, he pensado que podríamos empezar de nuevo, ya sabes, desde cero.

  Había tantas cosas que Nathan quería decir, había tantas cosas y tantos motivos por los que deseaba volver, ya que él, más que nada en el mundo quería regresar con su familia, y cuando pensaba que jamás volvería ser feliz, le estaban dando en bandeja la felicidad. Con su currículo no sería difícil conseguir un nuevo trabajo, incluso tal vez podría volver a su antigua empresa, al fin y al cabo, el Marketing era un mundo muy extenso lleno de oportunidades y había vuelto su única inspiración.

  Nathan por fin miró directamente a los ojos, con una expresión llena de decisión.

  -Desde aquél día, no hecho más que pensar en ti, en vosotros. Perdí mi trabajo, debo meses de alquiler... no será nada fácil vivir conmigo... incluso llegué a perder el apetito. -Agarró con firmeza la mano de Amanda y la miró al rostro con aquella mirada que hablaba por sí misma. Jamás rompería aquello que estaba apunto de decir.

  -Jamás tuve que haberte puesto la mano encima, sé que perdí el control, que no sabía lo que hacía, pero no es excusa... tenemos hijos y somos felices y rompí eso con violencia, que sólo genera más violencia, podría haberlo hablado contigo, pero lo que importa es que ahora estamos juntos. -Amanda se echó encima suya llorando.

  -¡Oh, Nathan!, lo siento mucho.

  Después hubo una larga parafernalia de "Lo siento", "No volverá a pasar", se abrazaron, se besaron intensamente, esa noche harían el amor, porque volverían a ser felices, volverían a estar juntos. Un año separados sólo por un mal entendido. Ambos se sentían estúpidos al haber reaccionado de ese modo. Los niños no paraban de mirar la escena con cierta repugnancia, ya sabéis que los niños no soportan mucho estas muestras de afecto y las encuentran "cursis".

  -¡Maldición! -Exclamó de pronto Amanda.

  -¿Qué pasa?

  -¡Me he dejado la maleta en la puerta de embarque! -Nathan la agarró y la miró un instante, como indicando que jamás la perdería de nuevo por una estupidez, y por todos los dioses que no se permitiría de nuevo hacer una estupidez.

  -Voy a por ella yo, no te preocupes, ¿Es la maleta con dibujos de amapolas?

  -Sí, sigue siendo la misma, me sorprende que la recuerdes.

  -¡Era demasiado cursi como para olvidarla! -Comentó Nathan con un guiño, a pesar de la situación a Amanda le pareció gracioso su comentario y logró contenerse un poco.

  -Ahora vuelvo, no os mováis.

  Nathan fue con paso apresurado hacia la puerta de embarque. Estaban en América, no importaba que la maleta fuese tuviese un furioso dragón como si tenía dibujado a Bob Esponja. Si no te dabas prisa en recuperar un objeto , podías darlo por perdido.

  Nathan se cruzó con unos hombres de bata blanca cerca de la puerta de embarque, por poco no se choca con ellos, parecían llevar mucha prisa. Andaban mirando hacia todos lados, como si temiesen que alguien les reconociera. Nathan estaba seguro de que correrían con tan sólo decirles "hola", se les veía muy nerviosos. Llevaban un maletín consigo con el símbolo de peligro biológico. Tal vez no era nada, tan sólo una chorrada, pero a Nathan le pareció un detalle algo desconcertante, se olvidó de ellos. Por fin llegó a la dichosa maleta, que estaba siendo revisada por un guarda de seguridad, el hombre se giró como por instinto, le miró con un gesto serio.

  -¿Es suya? -Preguntó sin preámbulos.

  -De mi mujer, gracias por cuidarla. Temía que la cogiese algún indeseado.

  -Tenga más cuidado la próxima vez. -Advirtió el guardia con frialdad.

  -Qué simpático... -Murmuró Nathan para sí ante la desagradable reacción del guardia.

  Antes de agarrar la maleta, hubo una especie de pequeño temblor. La mano de Nathan tembló un poco antes de intentar agarrar la maleta, pero volvió el estruendo, esta vez. El suelo se movía con violencia y vio con mirada atónita como el techo se resquebrajaba dejando caer algunos peñascos.

  -¡Un terremoto en Los Ángeles! -Exclamó sin darse cuenta de que hablaba solo.

  De pronto se acordó de Amanda y los niños.

  -¡Mierda! -Soltó la maleta  y salió disparado como una exhalación, sin embargo, comprobó desesperado que el camino por el que había ido ya estaba tapiado por los escombros y no podía permitirse el lujo de quedarse apartando escombros y, por si fuera poco, la fuerza del seísmo parecía aumentar gradualmente. El suelo bajo sus pies comenzó a abrirse, tuvo que dar un salto precipitado hacia atrás para no ser engullido por el enorme agujero que se había formado en unos escasos segundos. Nathan trató de evitar el shock, trató de no quedarse adobado como el resto de personas que hicieron lo mismo y fueron tragados por el enorme boquete. Tenía que sobrevivir, porque tenía algo que proteger, era sencillo. De alguna forma milagrosa, logró sobreponer el pensamiento de su familia ante sus ojos, evitó el pensar que el caos acabaría con él, que eso no era posible en una ciudad como Los Ángeles. "Soy inmortal, jodidamente inmortal".


 Deseó ser verdaderamente inmortal... ¿Y ahora como salvaba a su familia? En apenas unos segundos la puerta de embarque estaba totalmente distinta, la mano del diablo había pasado por allí para decorarlo a su macabro gusto. Nathan no estaba muy seguro de por donde debía ir. De pronto se abrió una grieta, vio que cerca estaba el guardia de seguridad con los ojos casi salidos de la órbita. Había perdido la cordura. Nathan comenzó a preguntarse como era capaz de mantenerla él. La gente de alrededor se miraba de hito en hito, con ojos incrédulos como si alguno de ellos fuese capaz de dar una respuesta razonable, y luego dirigían sus asustadas miradas al cielo rojo, de tinte carmesí y nubes y polvo agitándose entre ellas en una batalla sin fin. Parecía la propia escena bíblica del apocalípsis, sólo que faltaban los temidos jinetes.

  Nathan salió por el boquete, la pista de aterrizaje era un enorme campo yermo plagado de profundos hoyos, con el suelo temblando sería imposible pasar por allí, ya que cada segundo el suelo se iba abriendo más y más. Nathan saltó hábilmente a un saliente que se estaba quedando estático, muchas personas trataron de imitar su hazaña, pero muchos no conseguían llegar, o sólo se agarraban y como nadie tenía el valor suficiente como para ayudar al prójimo, caían al vació junto con los que no lograban llegar al saliente.

  Nathan saltaba de saliente en saliente, de bloque de hormigón en bloque de hormigón. Midiendo cada salto al milímetro, hasta que por fin logró llegar a un lugar de "tierra firme", la carretera escarpada e irregular, levantada. Tenía que darse prisa, el suelo se seguía abriendo. Se dio cuenta desesperado de que no podía siquiera tener un respiro para buscar a su familia. En su mente ya empezaba a imaginarse a Amanda muerta, encima del cuerpo de los niños, su frustración ya había alcanzado casi el estado máximo, poco le importaba ya si uno de esos malditos hoyos le tragaba. De pronto, cuando las primeras lágrimas de desesperanza caían por sus mejillas, vio una figura conocida con dos niños en cogidos por las manos, un chico y una chica, una mujer rubia con el pelo ondulado y de gesto preocupado. ¡Amanda!

  Iba a gritar su nombre, a salir corriendo hacía ella y abrazarla y besarla, pero cayó al suelo con un grito ahogado, lo único que sintió fue un golpe seco en la nuca. Algo o alguien la había golpeado, sólo pudo contemplar bajo la oscura neblina que oscurecía su visión, que la mujer seguía el camino sin fijarse en él. Estaba perdido en la oscuridad. Todo cesó.

Continuara...