lunes, 10 de octubre de 2011

La Vida

La flor creció con la llegada de la primavera, sus pétalos rebosaban la belleza más absoluta dando comienzo al mismo tiempo el fin de su vida. Antes de morir, se despidió de sus hijos que estaban apunto de embarcarse en una gran aventura. La aventura de la vida.

La flor murió soltando en su último aliento de vida sus semillas de polen, que enseguida se separaron después de tanto tiempo juntas, una de ellas se quedó sola, decidida a llegar antes que las demás. Pudo contemplar en su viaje entre las brisas del norte como otras semillas de polen de miles de flores, de distintas razas y colores, viajaban formando un uniforme color marrón suave que poco a poco se dispersaba en todas las direcciones y, según se esfumaba se distinguía un nuevo color uniforme, el del tallo verde de las flores  y en su tope, pequeños puntitos brillantes con todo tipo de luces, que a esa distancia parecían, dibujadas con una armonía digna de un cuadro.

La semilla que se separó se puso triste al saber que tenía que bajar para florecer. Ella quería ver más luces y colores, quería seguir vagando en el mundo de la vida.

Hasta que al final se posó en la tierra. Tal como temió, echaba mucho de menos esos breves instantes de libertan tan abrumadores que sintió, pensó que no lo iba a soportar. Pero el tiempo pasó y su talló creció y, de repente, se vio convertida en una de esas bellas flores de tallo verde y luz rosada que veía al sobrevolar por el cielo y la emoción la embargó.

Ahora la semilla se había convertido en la vida, la misma que deseaba ver.

La Piedra Carmesí

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