domingo, 23 de enero de 2011

Dark Chronicles II

Tranvía 557


Todas las personas tienen sueños, aunque muchas veces ni siquiera sabemos lo que significan. Algunos ya saben lo que quieren desde el mismo momento en el que salen del útero de su madre sonríen al mundo porque simplemente lo saben, para otros no es tan sencillo. Algunos debemos encontrar nuestro camino, y no siempre es fácil, la mayoría de las veces perseguimos fantasmas que creemos que son sueños y no son más que vulgares espectros.
En el caso de Jaime El Butifarra, podríamos decir que fue una de esas afortunadas criaturas que encuentran su sino.
Jaime ni siquiera sabía lo que era la música rock hará ya cosa de unos cinco años más o menos. Fue en un afortunado día en el que alguien puso la radio cuando supo cual era su sino en la vida, por fin tenía un maldito sueño, no era ni mejor ni peor que el que los demás, pero al fin y al cabo, era un sueño.
En la radio sonaba la mágica sintonía de un grupo triunfal para lo que eran estos esperanzadores años 80, un grupo que ya llevaba su tiempo en el negocio de la música, se llamaban Judas Priest y el tema en concreto que sonó fue “Heavy Metal”, según el locutor, el disco había salido ese mismo año y se dio a conocer como Ram it Down.
Sus compañeros de trabajo deseaban quitarlo, pero el bueno de El Butifarra insistió en que lo dejasen puesto. Para él no era música diabólica, ni era un simple ruido atroz, supo captar la magia que esa música desprendía.
En cuanto ahorró un poco de dinero, se compró un bajo, aprendió a tocarlo de una forma autodidacta, comprando algunos libros y escuchando la música que más le apasionaba desde aquel día en que una mano milagrosa encendió la radio: La música rock.
No obstante, El Butifarra no tardó en descubrir que la gente tenía cierta aversión por aquella música. Cuando no tildaban a los heavys de satánicos, eran unos vagos e incompetentes, unos viva la virgen, unos buscadores de problemas… drogadictos, borrachos… la reputación de un heavy era de lo más bajo que había, antes preferían a un ladrón que un heavy, y ante la creciente devoción de El Butifarra ante este tipo de música, eso a veces le causaba problemas con la gente “apta” de la sociedad, pero por otro lado, la gente “no apta” se lo pensaba dos veces antes de hacerle nada malo, aunque él sabía que no era respeto, sino más bien temor…
Y si bien había otra razón por la que esto era un problema era por el sueño que por fin había descubierto. En los últimos dos años que significaban el final de los dorados 80, Jaime había acudido a innumerables conciertos, sacrificando en ocasiones necesidades tan básicas como la comida. Y es que nada era lo bastante importaba si de ello dependía disfrutar de un concierto de sus ídolos. Todo el poco dinero que conseguía recaudar de su trabajo como frigorista iba dedicado a discos de rock, pósters, figuras, indumentaria heavy…
Pero tras dos años de completa devoción y de superación con el bajo debían desembocar en algo más grande, en eso consistía el sueño de El Butifarra. Un hombre normal de mediana edad, como cualquier otro, sería una de las más amadas figuras del rock, así lo había decidido: “Al menos tan grandes como Barón Rojo.” Se solía decir a sí mismo, no obstante tenía un problema muy gordo si quería lograr su ambicioso deseo. Le faltaba una banda. No tenía ningún miembro del grupo ni conocía a nadie que supiese tocar, así que comenzó a investigar por el decadente barrio en el que vivía, aunque allí era difícil encontrar algo que no fuese un drogadicto, o una prostituta, incluso camellos. El butifarra solía pensar que se escondía calaña aún peor en su barrio que la anteriormente mencionada. Rápidamente, hubo de incrementar la búsqueda de miembros del grupo extendiéndose por más zonas de la ciudad.
Así es como llegó hasta el Tranvía 557, una céntrica cafetería de la ciudad con unos deliciosos postres y de las pocas de la ciudad que, a gusto de El Butifarra, no tenían un café que supiese como lo que él textualmente citaba como “sabor de cubo de fregar la pota de un yonki.
Enfrente suya tenía al primer candidato para el grupo, un joven muchacho que se llamaba Josué, de cabello castaño apagado, larga melena y profundos ojos esmeralda, El Butifarra bromeó en más de una ocasión que parecía: “Sacado de Manowar”.
Josué hizo una señora representación con su guitarra en el garaje del butifarra, que decir que El Butifarra quedo más que sorprendido, emocionado podría ser la palabra, y lo más fascinante de todo es que un virtuoso de esa calaña deseaba formar parte de la banda, así quedaron para concretar los últimos términos.
El Tranvía era lo que en idioma rockero podríamos definir como un “Buen Tugurio”, aunque la verdad, no era para nada un tugurio. Su gusto era un tanto relamido, sobre todo para un heavy que se precie, pero aunque las apariencias engañen, Bertín, el dueño de la cafetería, era un consagrado heavy, por lo que solía desentonar bastante ese lugar de azulejos empañados por un color café abarrotado de heavys.
Pero a pesar de que era un lugar adornado por bellas cortinas rojizas, con unas ventanas y servicios impolutos y madera de pino para el suelo, a pesar de que parecía un bar dominado por los pijos, uno no dejaba de ver chupas de cuero y escuchar la deliciosa música de los 80 elegida por el dueño en persona, así que, para El Butifarra no había mejor lugar donde reunirse, a pesar de las apariencias era un buen lugar dónde tomarse un desayuno y escapar de las injustas y no fundamentadas opiniones de la sociedad. Por si acaso todos estos puntos no eran suficientes, además la camarera, Rosa, era una morena de sensuales curvas y larga melena rizada, ojos azules profundos y sonrisa coqueta, por no decir que era un encanto además de lo físicamente hablado… Tal vez las visitas no se debían solamente a que era un lugar espléndido, al menos eso pensaba tanto Josué como El Butifarra.
-Conozco un buen guitarrista, incluso mejor que yo aunque me duela decirlo.-Comentó Josué dando un sosegado sorbo a su taza de café. Se dejó algo de nata del cappuccino en el lado del bigote, entre risas, El Butifarra le indicó su pequeño desliz.
-Caray, si es mejor que tú, con lo bueno que eres, no sé a qué estás esperando que no me lo presentas.
-Se llama César, hablaré con él. Con suerte a lo mejor sabe de algún batería.
-No te preocupes por eso, hace poco hable con un chico que está interesado y parece que promete.
-¿A, sí?
El Butifarra asintió.
-Pero aún necesitamos un vocalista.-Señaló Josué.
-No te preocupes Josu, de momento no he hablado con nadie, pero en un momento dado podría hacer la voz yo mismo, he estado probando y cada vez me cuesta menos tocar el bajo mientras canto y creo que mi voz puede encajar para el grupo, pero…-Dijo mirando distraído a Rosa.-no sé, cuando estemos todos si seguimos sin vocalista podemos hacer una audición o algo, a ver si os gusta como queda. Como ya te dije quiero hacer algo totalmente innovador.
Josué simplemente sonrió, Jaime le cayó bien desde el primer instante, y le vio un tío muy capaz y con grandes dotes emprendedoras, y por lo que había visto de él como bajista, se defendía con bastante sorna. Estaba convencido de que mejoraría más.
Después de un rato más charlando tranquilamente en la cafetería, ambos se separaron.
Josué fue a hablar directamente con su amigo el guitarrista, César.
La historia de César era bastante trágica, no solía hablar mucho de su vida, pero Josué era de los pocos amigos que tenía. Un día que se fueron de copas este le confesó que había perdido a su familia en un desafortunado accidente de avión, el rock y el alcohol era lo único que le quedaba. Antes de perder a su familia, César era dueño de una empresa importante, y parece ser que tenía como hobby la guitarra y era un gran aficionado al rock, razón por la que después del accidente sólo le quedase la música, lo único que jamás le había abandonado.
César sólo tenía un inconveniente. Frecuentemente, solía dejarse llevar por las drogas, sobre todo el alcohol, aunque Josué sospechaba que se tomaba algo más… sabiendo de su confesión, la verdad, no habría resultado extraño.
Así que lo que se sabía de él era que había perdido la empresa en años posteriores y ahora era un paria de la sociedad, ignoraba como se ganaba la vida, pero de alguna forma debía hacerlo, si no sería imposible estar noche tras noche frecuentando bares nocturnos.
Y Cuando le preguntó que si quería formar parte de un grupo, únicamente cogió su botella de Whiskey, pegó un largo y tendido trago y tras secarse la boca dejo caer un amargo y casi silencioso “Sí, lo hare”.
El Butifarra también había conseguido progresos con el batería, era un tío llamado Hugo. No era lo que podríamos llamar un virtuoso, pero no se defendía nada mal, y para lo que buscaba, se ajustaba más que de sobra.
Aunque al contrario que Josué, César y él mismo, Hugo tenía un carácter alocado, muy alocado. Había visitado la cárcel en varias ocasiones, por robos, peleas… algunos polis ya le conocían, aunque lo más disparatado de todo es que con algunos se llevaba de lujo.
Era un tipo majo, pero bastante peligroso y un Don Juan de la era moderna, nadie sabe cómo pero tenía cierto imán para las tías. Aunque mientras tocase bien ¿Qué más daba?
Por lo visto también tenía bastante afán por las drogas, aunque por fortuna, no era más que alcohol, tabaco y alguna visita de su amiga maría de vez en cuando.
Hugo era alto, delgado, siempre llevaba sus pantalones de pitillo y una dorada melena rizada al más puro estilo Mötley Crue, ojos grandes y redondos, marrones de un destello de esos que mata con la mirada, todo un rompecorazones muy peligroso.

Finalmente, los cuatro miembros se reunieron en el garaje de El Butifarra.
Nada más comenzar, probaron las habilidades de César, el cual se presentó debidamente y dio su recital perpetrando una ingeniosa melodía que enseñó una nueva lección de música a Heavy a los presentes… ni siquiera Josué sabía que era tan bueno, simplemente no había palabras para definir tal nivel de destreza con la guitarra.
-¡Madre mía!.-Exclamó El Butifarra con los ojos como platos sin poder salir de su sorpresa.
Luego El Butifarra les pasó lo que sería la primera cover, Living After Midnight de los Judas Priest y a pesar de que era la primera vez que tocaban los cuatro juntos, salió en apenas dos intentos, la compenetración del grupo era perfecta y la sonrisa de El Butifarra no podía ser más satisfactoria y triunfal, marchaba incluso mejor de lo que se había imaginado.
Tras este pequeño gran paso, la banda no paró de crecer, en muy poco tiempo ya dominaban más de diez covers y por el momento, tal como habían acordado, El Butifarra ejercía de bajista y de cantante a la vez, y no se desenvolvía nada mal en el asunto. Decidieron bautizarse como “The Street Angels” traducido al español como “Los Ángeles de la Calle”. En apenas tres meses ya tocaban las covers en salas de barrio, y en dos más sacaron su primera maqueta “Devils Don’t smile” en las que aparecieron sus tres primeros temas propios.
Un día se presentó ante la puerta un hombre llamado Félix, de larga melena oscura como el azabache, gafas de sol y traje color caqui de Armani, todo un pez gordo.
-¿Así que ensayáis en un garaje?-Comentó sonriente, aunque era de esas sonrisas que desearías quitarle de la cara, más bien parecía estar riéndose de la situación.
-¿Algún problema con eso, jefe?-Preguntó Hugo con gesto desafiante.
-Ninguno, pero si he venido es porque puedo daros algo mejor. Necesitáis un vocalista, ¿No?
-Por si no lo sabías lumbreras, ya estamos bien servidos. Hasta ahora nos ha ido muy bien con Jaime al bajo y a la voz.-Sentenció César con frialdad.
Aunque Félix no se inmutó ante los desafiantes miembros de la banda y siguió con su parloteo de pez gordo como si hubiese escuchado nada.
-Resulta que yo soy vocalista y gran amante del rock, aunque me esconda bajo esta apariencia. Soy dueño de una famosa discográfica. Os he escuchado en la sala Live el otro día, y la verdad es que sois geniales, estaría dispuesto a promocionaros, pero con una condición.
-¿Qué condición?-Preguntó El Butifarra esperando algún engaño por parte del ávido pez sediento de sangre que se postraba delante suya, no obstante, Félix volvió a mostrar su estúpida y odiosa sonrisita triunfal, lo cual puso más tensión entre los miembros del grupo que se miraron entre sí dispuestos a lincharle en cualquier momento.
-Tranquilos amigos.-Dijo al ver el creciente nerviosismo por parte de la banda.-Vamos a llevarnos bien, yo sólo quería ofrecerme como vuestro vocalista, me he hecho un gran fan vuestro chicos, me sé vuestros temas y covers y sería todo un honor hacerlo, así Jaime El Butifarra estaría libre de tener que cantar y tocar a la vez, y sinceramente, yo puedo hacerlo mejor.
-Está bien.-Sentenció El Butifarra.-Canta algo.
Félix no dudó, y así lo hizo e inesperadamente dejó muy sorprendidos al grupo, pero El Butifarra no quería darse a vencer tan fácilmente.
-Tráeme el contrato de la discográfica y entonces hablaremos de tu incorporación, Félix.
En unos pocos días de trámites, Félix ya era oficialmente miembro del grupo, y poco a poco, descubrieron que no era tan seco como parecía, el tío realmente sabía de música. Estudió solfeo de pequeño en el conservatorio e hizo varios recitales, incluso representó varias óperas a pequeña escala, no obstante, él adoraba el rock y se sentía incómodo en ese mundo, así pues con sus estudios y con un poco de ayuda de su padre, se hizo dueño de una discográfica.
La primera impresión engañó mucho, en realidad Félix era un tío sensible y dulce y ante todo carismático, siempre sabía cómo arrancarte una sonrisa. Tenía una peculiar habilidad para el sentido del humor.
Con esta galáctica alineación digna del mejor rincón del universo “The Streets Angels” se consagraron rápidamente al podio del rock español.
El Butifarra quedó con los chicos para hablar de su situación, él quería viajar al extranjero, lo que sin duda era un paso importante, pero al mismo tiempo, extremadamente dificultoso de tomar.
Aquél día Josué vino con su novia Tania, una bella muchacha de pelo rizado, cuyos extravagantes rizos dibujaban numerosos y bien perfilados tirabuzones. Tenía cierta estampa cómica verla junto a Josu, parecía un padre llevando a su hija de la mano, aunque hermosa, era ciertamente bajita y Jaime apenas supo ocultar su burlona sonrisa, a la cual Josué respondió con una mirada ardiente, aunque al mismo tiempo agradecida, sabía qué clase de persona era El Butifarra, y que no era la clase de persona que se ría en la cara de los demás. En cierto modo, esa risotada pérfida y burlona representaba una gran amistad al mismo tiempo.
Quedaron en el Tranvía, como siempre, y el usualmente transitado bar había doblado su porcentaje de tránsito considerablemente. Por supuesto se debía al también considerable aumento de notoriedad de la banda, en cierta manera, esta situación les incomodaba, pero también suponía una gran alegría. Por fin eran conocidos.
Así que, cuando comenzaron a beber su bien tostado y sólido café, no pudieron esconder sus rostros impávidos ante las palabras que El Butifarra se tenía reservadas para ese día.
-¿Quieres que vayamos al extranjero?-Repitió insólito Hugo.
-Así es.
-No hay problema, la discográfica tenía intenciones de proponerlo, si se lo digo yo estoy seguro de que se harían cargo de todo.-Afirmó tajantemente Félix.
-Por mí no hay problema.-Aseguró César con firmeza.-Estoy deseando ver algo nuevo en lugar de quedarme en esta mierda de país.
Hugo simplemente asintió felizmente mientras devoraba celosamente su croissant con mermelada.
Todos los ojos se clavaron en la única persona que no había declarado nada. Josué tenía el rostro pálido, casi tan pálido como lo tenía su novia.
-Venga tío, ¡Que no habrá otra oportunidad como está!-Insistió tenazmente un Hugo con la boca llena que por poco se atraganta con su croissant.
Sin embargo Josué seguía dubitativo, y ya era raro que precisamente fuese Hugo quién le animase, aunque se llevaba bien con él, nunca le había ofrecido demasiada confianza, y ciertamente no le había quitado ojo a Tania, ni Tania a él, lo cual no le gusto para nada.
-No te preocupes por mí Josu, es una gran oportunidad, iré contigo a donde vayas, estoy segura de que no fracasarás.
Ciertamente estas palabras tan dulces y afectivas despertaron el ánimo de Josué, pero aún así tenía miedo de que hacer si fracasaban, al fin y al cabo, viajar al extranjero suponía exponerse mucho más. Ya era trágico fracasar en tu propio país, pero si fracasabas fuera prácticamente ya se podía sentenciar la vida de tu grupo. Josué sabía que si fallaban fuera de España jamás volverían a tocar, pero por la mirada de decisión que todos los demás pusieron, se dio cuenta de que sus compañeros pensaban exactamente lo mismo. No habría opción para fracasar.
Hasta el momento “The Streets Angels” ya había sacado un disco y había sido un exitazo, pero si de verdad deseaban gloria debían irse al extranjero, no obstante el golpe del fracaso sería mucho más duro también. Finalmente Josué accedió.
Su primera parada fue Suiza, aunque allí poco más hicieron que perfeccionar su segundo disco, terminarlo y hacer una gira por el país y ya de paso volvieron por España y regresaron.
Al principio fue así en casi todos los lados, pero allá por donde iban dejaban huella, cada vez se oía más el nombre de “The Streets Angels”.
Pero aunque todo iba bien, para desgracia de Josué uno de sus peores temores se estaba haciendo realidad, la fama también tiene un precio, cada vez pasaba menos tiempo con Tania y César le advirtió que a veces se quedaba a solas con Hugo cuando ellos tenían promoción o firma de disco, las cuales Hugo casi siempre se saltaba, obviamente, el temor no cesaba de crecer dentro de su corazón.
Sin ni siquiera darse cuenta, ya habían pasado casi cuatro años, y tenían tres discos, y viajarían a la cumbre del rock, Alemania.
En la vida de una persona normal, pueden pasar cuatro años y que no sufra ningún cambio significativo, tal vez un aumento de sueldo, o como mucho un hijo, pero nada que suponga un cambio de personalidad. Pero cuando hablamos de fama, de dinero y de poder, la vida y personalidad de una persona puede cambiar del día a la noche, puedes estar drogándote una noche y morir de sobredosis a la mañana siguiente.
Parece ser que en el grupo había cierto gusto por las drogas, para Hugo, la fama le había resultado como el dorado o el séptimo cielo. Hasta ahora se abstenía por ley, o por falta de dinero, o por ambas, pero ahora que nadie le vigilaba, que era una estrella y que hacía lo que quería, perdía el control constantemente.
Rara era la noche en la que no estaba con una chica distinta, borracho y puesto de heroína… faltaba a los ensayos con frecuencia, y cuando no lo hacía solía aparecer con una mujer bajo el brazo, sonriendo y apenas pudiendo tenerse en pie. Y la peor noticia para Josu, es que ese tío pasaba una cantidad de tiempo considerable con Tania, una cantidad de tiempo que él no le podía dar.
Las disputas internas no tardaron en aparecer, porque no todos estaban en contra de Hugo, el afable Félix también había sucumbido a los encantos de la droga, en su caso, el alcohol, droga que por cierto César llevaba tiempo sin probar ni gota, al ver las desgracias de sus compañeros, sobre todo su comportamiento.
El Butifarra, Josué y César eran los únicos que llevaban el grupo, manteniéndolo a flote a duras penas y aun así, a pesar de todo, su actuación en los grandes festivales de rock alemanes consiguieron quedar en muy buena posición y hacer un gran concierto, pero resultaba muy duro sonreír a la gente cuando las cosas iban tan sumamente mal.
Tras una agotadora gira por todo el país, ahora debían plantearse una gira a nivel mundial, algo que oficialmente les designó como un grupo de rock de los importantes, definitivamente “The Street Angels” sonaba en boca de todos y ya vendía discos por todos los países, así que era necesario hacer esa gira para promocionarse ante los fans extranjeros y que siguiesen comprando discos.
Pero lejos de la imagen de unión que se representaba en los conciertos, el grupo estaba cada vez más y más distante, incluso en muchas ocasiones, ellos llegaron a verse a si mismos como extraños, cuando habían llegado a considerarse una familia.
Cuando la gira por fin hubo acabado, El Butifarra tenía pensado hacer una reunión de grupo. Sólo Josué, César y el mismo Butifarra acudieron a ella.
A los tres les dolió reconocerlo, pero esto no podía seguir así.
Decidieron tomarse un pequeño descanso para olvidarse del arduo trabajo que suponía el grupo. Luego ya tendrían tiempo para tomar la decisión que tuviesen que tomar, pero tanto Hugo como Félix necesitaban un correctivo.
Josué por fin volvió a casa dispuesto a darle todo su tiempo de respiro musical a su novia. La relación sentimental de la pareja se estaba desmoronando como una pirámide de naipes mal formada por culpa del sacrificio que Josué se había visto obligado a hacer por el grupo. Tania era cada vez más esquiva con él, a veces ni siquiera le miraba al llegar a casa, por no decir que ni siquiera le esperaba la mayoría de las ocasiones, lo cual preocupaba a Josué, sobre todo porque sabía que mientras él no estaba, pasaba mucho rato con Hugo.
Y cuando atravesó el umbral de la habitación de su hogar, sus temores quedaron confirmaros. Tal y como pensaba, Tania se acostaba con Hugo.
-¿Qué demonios signifca esto?-Vociferó mientras estampaba violentamente el primer objeto que se le vino a la mano.
Al ver como la lámpara se hacía añicos, el rostro de Hugo empalideció como nunca antes lo había hecho, un chico que no conocía el miedo, que estaba acostumbrado a ser él el artífice del miedo, ahora estaba lleno de terror.
-¡Puedo explicártelo Josué!-Trató de tranquilizarlo Tania mientras Josué buscaba en su cajonera de forma desesperada.
El objeto que Josué buscaba era una pistola, la tenía asida por las manos apuntando con las manos temblorosas y el rostro lleno de lágrimas a la cara de su pálido amigo Hugo.
-¡Tranquilízate Josú, Tranquilízate!-Gritaba desesperadamente Hugo una y otra vez.-¡No hagas algo de lo que te puedas arrepentir!
Pero Josué quitó el seguro.
-Estoy harto de todos, de la música, de ti, del estúpido grupo y de mi estúpida novia, incluso de mí mismo.-Diciendo esto, apuntó con más firmeza.
-¡Sé que lo he hecho mal tío, soy un completó gilipollas!-Declaró Hugo entre sollozos de desesperación, aunque en parte también lloraba porque Josué tenía razón.-¡Lo siento tío, lo siento deberas, no dispares! ¡Así no solucionas nada!
Una parte de Josué trató de entenderle, de hacer caso de lo que decía, pero la otra parte, una muy cansada de tragar tanta mierda durante años, de soportar tanta traición, puesto que él en el fondo de su corazón ya lo sabía
Apretó el gatillo en tres ocasiones, una bala para la cabeza de Hugo, otra para la de Tania y finalmente, una para su propia cabeza.
La noticia del homicidio y suicidio de un miembro de “The Steet Angels” se divulgó como la pólvora disparando una bala de cañón y todo intento de volver a formar la banda resultaba casi imposible ahora que tenían dos miembros menos.
Tal vez hubiesen conseguido sustituir a uno, pero no a los dos. Desde que la noticia se dio a conocer, la venta de los discos se desplomó y “The Angel Steets” pasó a ser simplemente un mal recuerdo.
Tal vez alguien comprase sus discos dentro de muchos años y se recordarían como unos grandes músicos, pero hoy por hoy era el fin, y El Butifarra no tenía ganas de volver a unir la banda.
Después de eso, los miembros se escabulleron, ya no podían ni mirarse a la cara sin evitar sentirse culpables, de ver ese destello fulminante que se auto-compadecía y expresaba que podían haber hecho algo para evitarlo.
En consecuencia de ello, César volvió a la drogadicción con más hincapié que nunca. La noticia de su muerte por sobredosis se publicó en una columna de un periódico de segunda clase que anunció la noticia bajo el título de: “Muere miembro de una conocida banda de rock”, la columna era un minúsculo texto dentro de la sección de necrológica.
Félix leyó consternado esa historia, al fin y al cabo, era uno de sus mejores amigos, su consternación fue tal que le dejó impactado. El ejemplo de la muerte de sus amigos le hizo que dejase el mundo de las drogas, ya sólo quedaba él y El Butifarra, del cual no se sabia nada desde que se separaron.
Habían pasado nada más y nada menos que diez años de estos sucesos, Félix se desenganchó de las drogas durante dos de esos diez años. Al poco tiempo de su rehabilitación, consiguió convencer a su padre para que le diera nuevamente una oportunidad, desgraciadamente, su padre había muerto justo al poco de dejar las drogas, había dejado el mundo poco después de su esposa, que falleció unos meses antes. Por lo que indagó Félix, supo que estaban consternados por su adicción a las drogas, y aquel conocimiento le hizo sentirse terriblemente culpable, porque era consciente de que sus padres habían abandonado el mundo con una profunda decepción que no había sido capaz de disolver antes de su muerte.
Mientras pasaba la pena de haber perdido a sus padres, conoció a una mujer con la que se casó y tres años más tarde tuvo un niño. También habló con el nuevo director de la discográfica de la que antiguamente era dueño su padre, inesperadamente para él, el director le confesó que su padre le encomendó que si su hijo volvía a la discográfica hiciese por él todo lo que estuviera en su mano. Gracias a ello, Félix recuperó su antiguo trabajo.
Ya en la actualidad, su hijo tenía 5 años y recientemente había tenido una hermana que había nacido hace cuatro meses. Después de todas las penurias pasadas con el grupo, después de enfrentarse a las drogas y afrontar las terribles muertes de sus compañeros, después de todo eso, consiguió ser feliz, como hasta ahora nunca lo había sido.
Félix marchó de viaje con su familia. El vivía en España con ellos, y se marcharon a Portugal, a ver la ciudad de Lisboa.
Viajaban en un espacioso coche familiar, atravesando la autopista con una constante velocidad alta pero segura.
Una furgoneta que iba a toda velocidad les adelantó y se chocó con un coche que pasaba justo delante.
El coche de Félix cayó dando varias vueltas de campana por la fuerza de ambos coches que se le echaron encima.
Félix y su familia murieron a causa del accidente, ¿Pero a que no saben quién viajaba en la furgoneta que propició su mortal accidente?
El dueño de la furgoneta era nada más y nada menos que El Butifarra, el cual había conseguido reunir una nueva banda y se dirigía rápidamente por la autopista para firma un contrato discográfico con ellos.
Nadie sabe porque El Butifarra siguió persiguiendo el sueño de estar en una banda, y mucho menos después de todo lo que ocurrió con “The Street Angels”, lo único que podemos saber de esta historia es, que el pasado siempre te persigue y que finalmente te acaba encontrando.

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