domingo, 11 de septiembre de 2011

Un suspiro

A veces siento como la brisa azota mi cabello en una rebelde armonía de sosiego. Siento el aroma de la prisión del invierno, cortando mis alas de libertad, oprimiendo mis deseos.

Me veo hueco, vacío, desnudo ante la mirada acusadora de miles de ojos ante un destino inesperado, de un aire tan gélido que es capaz de congelar el mismísimo infierno. Me siento aterrado ante un futuro tan incierto, hacia una lista de promesas que se desvanecen con el viento, la misma brisa que me prometía la dulce miel de la libertad, aquella que no he sentido durante tanto tiempo.

Desesperado, trato de buscar una nueva luz. Una nueva esperanza que no esté construida bajo los cimientos del miedo. Una luz que no se apagué y no mitigue su presencia en mi apagado corazón.

Ganas de vivir sin morir cada día, tormentas que no cesan en un mundo que no las contempla. La destrucción que todos tenemos, es la misma que guardo dentro. No entiendo nada sobre luz y esperanza, no veo las promesas que al mundo levantan. Sólo veo cristales rotos, oscuridad y llanto sobre llanto, la auténtica promesa de que el mundo no tiene sentido y está corrompido por los mismos que lo protegen.

Sólo quiero despertar y salir de este tormento, de encontrar algo verdadero y no dejar que mi luz se apague. Sólo quiero esforzarme y sentir que valgo para iluminar un poco un mundo que ya está oscuro y, si algún día ese mundo vuelve a la luz, saber que yo ayudé a recomponerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario