jueves, 15 de septiembre de 2011

Sin Crimen Ni Castigo

Sin Crimen ni Castigo

  El hombre, vestido con un traje negro bañado en luces de neón, se deslizaba sigiloso como una orquesta musical, como debía ser, bajo la tierna luz del sol, en plena hora punta. El hombre entró rompiendo la ventana violentamente y penetró por la grandísima estancia pisando todos los cristales que le fue posible.

  Mientras, el inquilino dormía plácidamente y fue despertado por el ruido. Seguramente, sería una pelea de viejas con rodillos de pan, algo muy común en ese barrio, nada de que preocuparse. Aquellas malditas abuelas tenían en jaque a todas las bandas y eran las principales comerciantes de alcohol sanitario, aspirinas y bolsos con florecitas, ¡Qué caros eran esos malditos bolsos!, se notaba que tenían mucho éxito entre las otras bandas.

  La casa del hombre parecía la de un gigante, todo estaba muy desproporcionado, es decir. La encimera era una encimera normal como cualquier otra, con su respectivo dibujo de Justin Bieber desnudo, una encimera de lo más normal en una casa normal, que tiene el retrete justo al lado del sofá, como en todo buen hogar dicta. Lo raro era la distancia, poco más de dos metros y medio, cuando todo el mundo sabe que lo normal en una casa es que haya un mínimo de diez metros de altura. El individuo que viviese allí debía ser sumamente extraño, pues además del techo, era un ser ruin y deleznable que usaba posa vasos, ¿Qué clase de monstruo era capaz de hacer algo semejante? Sin duda ahora estaba mas convencido de que su muerte no sería llorada por nadie.

  El dueño salió ojeroso de la habitación, se restregó los ojos incrédulo y vio al hombre del traje negro con luces de neón... ¡Gracias a Dios que iba de negro, si no con las luces a ver quién era el listo que le hubiera visto!

  -¿Qué haces? -Preguntó el dueño.

  -¿Me ha visto? -Respondió el acechador incrédulo.

  -Tu traje negro te delata.

  -¡Qué fastidio! -Se exaltó enojado. -Ya decía yo que tenía que haber venido de blanco, habría sido mucho menos cantoso.

  -Le reconozco que lo de las luces ha sido muy buen ardiz. ¿A qué a venido?

  -A matarle. -Se produjo un silencio un tanto incómodo, el dueño de la casa, Robert Stillson se paso la mano despeinando aún más su descuidado cabello en señal de duda.

  -¿Desea tomar algo? -Le ofreció. -Al menos que no mate con la boca seca hombre de Dios.

  -Tiene razón. Si voy a matar por lo menos que no esté deshidratado, acepto su oferta Robert.

  -¿Cómo sabe mi nombre?

  -Yo no soy de esos asesinos cutres que investigan a su víctima antes de matarla, lo he visto en el buzón, que si no de que, ¿Por quién me ha tomado? -Dijo el hombre ofendido.

  -Disculpe hombre, en estos tiempos es muy difícil encontrar un asesino de los buenos, se nota a la legua que usted es uno de ellos. -Halagó Robert. -Tome asiento.

  Ambos se sentaron en el sofá como si fuesen viejos amigos, charlaron durante un largo rato, pasaron minutos, horas, tal vez días y meses... Quién sabe, pero sin duda nació una bella amistad.

  -...Y así fue como conseguí que mi mujer comprase una alfombra de poliéster. -Dijo Robert concluyendo su emocionante relato de alfombras que resultaron ser de poliéster en lugar de lana.

  -Un momento. -Le interrumpió el asesino con gesto enfadado. -No me extraña que te dejase tu mujer tío, ¡Mira que comprar una alfombra de Poliéster cuando esta más que claro que a esta casa le viene mejor una alfombra de lana! Es un crimen peor que los que cometo yo. -Sentenció dando un contundente golpe en la mesa.

  -¿Sabes qué? Para ser un asesino no tienes ni puta idea de decoración, ¿Cómo va a quedar mejor una alfombra de lana energúmeno?, ¿No sabes que se manchan enseguida? -Argumentó Robert. La cosa se puso tensa por momentos.

  -¡Tú si que no tienes ni idea imbécil!, ¡Encima con tu encimera de Justin Bieber cuando todos sabemos que Los Jonas Brothers están más buenos y son mejores! -Dijo levantándose enfurecido.

  -¡Eso si que no lo pienso aceptar! -El inquilino se precipitó a darle un puñetazo en la mandíbula, al asesino le saltaron varios dientes.

  Lluvia de dientes, por todas partes. Esta noche el ratoncito Pérez podría abrir su propia empresa y tener el monopoilio del mercado dental y conquistar el mundo con la cantidad de dientes que estaban saltando. Por fortuna, el ratoncito murió de radiación al recoger los dientes de un japonés que trabajaba en Fukushima, así que esa noche no dominaría el mundo un ratón, tal vez sólo las viejas con rodillo.

  El hombre del traje de neón sacó su cuchillo, menos mal que fue previsor de comprarlo en los chinos antes de ir allí. Robert trató de apartar el cuchillo de su pecho, le estaba ganando en fuerza ya que él estaba encima... más que un asesinato parecía una escena de porno gay y el cuchillo una especie de fetiche sexual, incluso Robert parecía tener cara de placer debido al esfuerzo... estaba tan mono que al asesino le costó aún más hacer fuerza, pero consiguió al menos voltearse, esta vez cerró los ojos para evitar encontrarse con los de su víctima, eso le costó caro, pues cuando abrió sus ojos encontró el cuchillo clavado con la punta doblada en la alfombra, el asesino pensó que debía haber traído un patito de goma. Por fin consiguió...espera, ¿Besarle? Eso no estaba en el guión, pero bueno, se ve que a Robert le impresionó tanto que se murió por el shock causado, para que veas que cosas tiene la vida.

  Después el asesino dejó su firma... y su nombre, dirección, número de teléfono, correo electrónico, una muestra de orina, sangre, un par de pajas por allí, un par de heces  por allá... una obra maestra sin duda. Intentó destruir la encimera de Justin Bieber, pero entonces se dio cuenta de que Robert tenía razón con ella, la verdad es que Justin era muy sexy, pero lo de la alfombra si que era aborrecible, que pena, la verdad es que le estaba empezando a caer bien.

  A la siguiente mañana llegó el equipo forense y la policía, acordonaron la zona, con lazo de lo más bonito, ni aunque se hubiesen atado las zapatillas cien veces les habría quedado tan bien. Cuatro investigadores entraron en fila horizontal, como lo hicieron para pasar así por la puerta aún es un misterio. A la izquierda del todo, la hombre del grupo, Guadulpe, por alguna razón en ella sonaba como el nombre de una prostituta barata, a pesar de que tenía más barba que Ghandi después de la huelga de hambre, un varonil vestido rojo de florecitas blancas, sí, como las bailadoras de flamenco, incluso llevaba los mismos aros enormes que se suelen poner en las orejas. Guadalupe era una firme seguidora del flamenco y de Lola Flores, pero eso no era lo peor, lo peor era que se duchaba en el vestuario de hombres y, a pesar de ser una mujer, daba más asco que cualquier otro hombre y encima dejaba más vello corporal en el desagüe que un oso en celo. Argantonio, justo a su derecha, una mezcla de comunista nazi e independentista, sus ideas eran más confusas que una tarde de sálvame deluxe con coherencia. Si lo normal era decir "Te falta un tornillo" con él se podría decir que sólo tenía un tornillo y lo que le faltaba era la maquinaria entera. Llevaba un traje de militar, bigote y una cabeza casi calva que trataba de tapar con una gorra a la que le faltaba la parte de arriba. A pesar de sus ideales, su bigote la hacía parecer el típico cachas bigotudo con ojos azules de nena que ligaba en las fraguas con los demás obreros cachas y afeminados. En realidad era gay, y en parte no lo era. Su condición sexual estaba menos clara que la niebla que nos describía Stephen King, de hecho, tal vez algún día saliese un monstruo de su condición sexual... a saber.
Seguidos, el jefe del equipo, Manolo Escoba, un tío gordo, feo de cabeza enormemente redonda y de ojos pequeños, aunque su nariz era superlativa como la que describía Quevedo en su poema. Papada y bueno... mejor no entrar en más detalles descriptivos antes de que vomitemos. El siguiente era Dogs, supongo que alguien que se ganó el título de forma legal y no en la tómbola del barrio como todos los demás, ya que era normal, lo único descatable, era el negro y como tal, tenía que currar como esclavo. Ya saben, gobierno de España. Un cerebro en un mundo de descerebrados, o para ellos, sería un descerebrado en un mundo de normales, tomenlo como quieran tomarlo.

  -¿Lleváis los guantes puestos? -Preguntó Manolo.

  -¡Ya sabe que no jefe!, ¡Por Dios!, ¿Cree que somos idiotas? -Protestó Argantonio.

  -¡Jefe!, ¡Dogs se ha puesto los guantes!

  -¡Dogs!, Por Dios, quítese los guantes. En toda escena del crimen hay que dejar el mayor número de huellas posibles -Le ordenó Manolo con autoridad. Dogs se quitó los guantes lanzando una última mirada asesina a Guadalupe.

  -Zorra. -Murmulló al tiempo que Guadalupe le sacaba la lengua.

  Llegaron a donde estaba el cuerpo tendido, Robert estaba a su lado, velándolo.

  -Han tardado mucho... bien hecho agentes, pero procuren tardar un poco menos, que ya casi estaba a punto de irme.

  -Lo siento. -Se disculpó Manolo. -¿Le ha matado usted?

  -¡Si claro!, A ver si cogen pronto al cabrón que le ha hecho esto.

  -Cuente con ello, hombre. ¿Ya ha terminado?

  -Pues sí, creo que está bastante muerto.

  -Entonces que tenga un buen día.

  -Que tengan ustedes un buen día. -Robert le estrechó la mano a Manolo y se fue.

  Dogs contempló la escena confuso y no tardó en irritarse, Manolo, que ya se esperaba su sobre salto le miró como queriendo decir "¿Qué tripa se te ha roto ahora?" con el ceño fruncido, esperando la respuesta del subordinado, que siempre andaba fastidiando.

  -Se delatado a sí mismo como el asesino, ¿Por qué no le ha atrapado? -La misma cantinela de siempre.

  -Dogs, así no trabajamos, ¡Primero hay que eliminar todas las pruebas hombre de dios!

  -¡Qué dice! ¿No se supone que trabajamos para atrapar asesinos?

  -¡Claro que sí, pero los asesinos no se atrapan solos! ¡Hay que ponerse en su piel y los asesinos no se ponen guantes cuando van a matar ni tampoco se delatan a si mismos hombres!, ¡Ese sería su jardinero o su hermano!, a saber... -Dogs se estampó la mano en la frente ante la frustración que sentía.

  -¡Pero se ha confesado!, ¡Por amor de Dios!, ¡Y mire alrededor!, ¡Lo ha dejado todo lleno de huellas y estaba aquí cuando hemos llegado! -Dijo señalando algunas de las numerosas evidencias. -¿Qué más necesita?, ¿Un cartel luminoso que diga quién es el asesino?

  -hmm...-Manolo razonó durante unos segundos que se hicieron eternos. -...Pues lo del cartel no estaría mal... -Fantaseó con la imagen en su mente a lo que Dogs volvió a estrellarse la mano en la frente.

  -¿Quieren callarse de una maldita vez? -Gritó la víctima enfadada. -¡Qué algunos intentamos morirnos!

  ¡BLAM! -¡Cállate cabrón! -Chilló Dogs enfurecido y disparando entre ceja y ceja.

  -¡Coño!, ¡Gran trabajo Dogs! -Comentaron al unísono Argantonio y Guadalupe.

  Dogs se marchó por la puerta echo una furia y lanzando maldiciones, seguramente contra Manolo. Algún día causará algún grave problema, pero bueno, dentro de los males que había no era de lo peor. Había gente que iba por la vida sin cometer asesinatos. Esa gente era de lo peor, así no había trabajo para gente como Manolo, que era un profesional en dejar suelto a los asesinos para que matasen más gente, una política digna de toda la brigada del CSI (Capullos Sosos e Imbéciles) que velaban por la continuidad del crimen no organizado.

  -Bueno chicos, llevaos el cuerpo, yo y Guadalupe nos quedamos para llevarnos las pruebas. Tu Argantonio ve al laboratorio a limpiar las probetas, que están muy sucias, llevamos mucho sin usarlas, tenemos que aparentar que por lo menos resolvemos crímenes.

  -¡Nain! -Protestó él.

  -¡Pues tu puta madre vestida de bombero nazi en motocicleta como no vayas desgraciado!

  -¡Sí, Main Fhürer!

No hay comentarios:

Publicar un comentario