lunes, 20 de septiembre de 2010

La Leyenda de Sparda - Capítulo 2

En aquella época Sparda fue desafiado a un duelo por un orgulloso general romano llamado Eúfrates, el desencadenante fue la desenfrenada lujuria de Sparda, que tomó a la esposa del general en el lecho hacía ya unas semanas, un esclavo de Sparda sobornado, ya que Eúfrates tenía sospechas infundadas del noble, les descubrió yaciendo en el lecho. Los rumores del engaño que sonaban por toda la ciudadela se habían confirmado.
Un golpe poco astuto por parte de Sparda el desafiar a un general romano que tenía una posición social más elevada y por lo tanto más influencias que él, o al menos eso pensó Eúfrates.
En medio de la polvorienta arena de la plaza de la ciudad, lo que parecía un simple enfrentamiento entre dos hombres no tardó en convertirse en una sangrienta y macabra escena de guerra.
Eúfrates tenía hombres apostados por toda la plaza y por supuesto Sparda no fue menos, ambos abatían hombres de su rival tratando de llegar el uno al otro. En la confusión de la batalla Sparda hizo aparecer a los arqueros y Eúfrates sacó a los suyos nada más notar el silbido sinuoso de la primera flecha.

Acaeció la tarde y sobre vino la noche y nadie pareció importarle la batalla entre los dos hombres, el polvo siguió ascendiendo gracias a la euforia de la batalla hasta la mañana siguiente, la plaza que un principio era un baño de fina y brillante arena, era ahora una marea de sangre que seguía en aumento, hasta que finalmente, la espada de ambos artífices de esta absurda guerra por el desliz de una mujer se encontraron en el frenesí de la batalla. Por suerte para Eúfrates uno de sus lanceros seguía oculto en lo alto de la muralla, impaciente por escuchar las órdenes de su amo, la habilidad con la espada de ambos estaba al mismo nivel, por lo que al general le costó mucho atraer a su rival hasta una zona donde su lancero tuviese el tiro lo mayor limpio posible, dado que enseguida reparo que estaba allí ¡ Astutamente lo había colocado allí aposta y parece que Sparda no se dio cuenta de vigilar ese flanco!

-¡Te consideraba más listo Sparda!-Se burló el general en cuando consiguió llevarle a la posición estratégica.

Sparda se dio cuenta justo en ese momento de las intenciones de Eúfrates se volvió para desviar la lanza, milagrosamente lo consiguió, pero no consiguió desembarazarse del segundo ataque traicionero de Eúfrates, cuya espada atravesó su pecho limpiamente.
Sparda que ya sabía que esa sería su muerte, agarró con firmeza la espada de su mano y con un hábil movimiento la clavo desde la espalda en el pecho de su rival, asegurando también su muerte en su último estallido de ira, al menos no iría sólo al infierno. Antes de caer al suelo, fue empalado como un destello por otra lanza del mismo lancero que antes falló en su intento, en una muestra de venganza por la muerte de su amo.
A la tarde los cuerpos sin vida de los caídos fueron recogidos, todos fueron incinerados con honor, a excepción de Sparda que no recibió las dos monedas para pagar su peaje al infierno, su cuerpo fue tirado al mar como una basura indeseable que nadie quiere.
Sin embargo este sólo fue el comienzo del viaje de Sparda, su cuerpo se quedó en el mundo humano, pero el alma siguió viajando, No daba crédito a lo que sucedía, puesto que de algún método seguía vivo. Lo primero que vio fue una luz intesa que cegaba su visión, la estancia en esta luz se le hizo prácticamente eterna, al menos tan larga como la vida que una vez había tenido. A lo largo de ese túnel observó como la humanidad evolucionaba, millones de conceptos que jamás nadie habría imaginado se pasearon por su cuerpo ahora etéreo, sintió dolor, si es que así se podía llamar, similar al de una jaqueca a efecto de absorber tanta información, sintió que de algún modo iba a desbordarse del mismo modo que las esponjas se desbordan al cabo de un rato bajo el agua. Justo cuando su capacidad de absorción parecía limitarse estalló el fulgurante destello blanco.

Abrió los ojos, todos sus sentidos, parecidos a los que tenía en vida habían regresado de algún modo, era todo tan extraño... aroma intenso azufre, como si todo lo que le rodease estuviese podrido, incluso el mismo tenía ese extraño olor en el cuerpo, no tardó en reparar en que efectivamente sí, tenía otra vez una forma corpórea, aunque no tenía nada que ver a la forma que tenía en vida, sus brazos eran enormes y terminaban en unas manos llenas de garras en lugar de dedos y lo mismo sucedía con sus piernas, su forma estaba basada en la del cuerpo humano no cabía duda, al fin y al cabo era bípedo, tenía dos brazos, y dos piernas enganchadas a un torso en cuya parte superior brotaba un cuello que sostenía una cabeza, la proporción y el tamaño de sus miembros era también muy similar a la humana, aunque la sensación era totalmente diferente a la que se sentía siendo humano, para decirlo de algún modo, como si estuviese vacío, carente de toda vida, no obstante parecía estar vivo. Rodeado por un mar de llamas, suelos volcánicos, de ahí venía el olor a azufre, Sparda se imaginó que estaba en el interior de un volcán o tal vez en el mismo Sol.

Sin embargo una voz grave y decidida no tardó en saludarle.
-Bienvenido al infierno Hermano.

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